Galater 4

Neue evangelistische Übersetzung

von Karl-Heinz Vanheiden
1 Ich will es so sagen: Solange der Erbe minderjährig ist, unterscheidet er sich in nichts von einem Sklaven, obwohl ihm doch alles gehört.2 Bis zu dem Termin, den der Vater bestimmt hat, ist er von Vormündern und Vermögensverwaltern abhängig.3 Genauso ging es auch uns. Als Unmündige waren wir unter die Prinzipien der Welt versklavt.4 Als dann aber die richtige Zeit herangekommen war, sandte Gott seinen Sohn. Er wurde von einer Frau geboren und unter das Gesetz gestellt.5 Er sollte die loskaufen, die unter der Herrschaft des Gesetzes standen, damit wir das Sohnesrecht bekämen.6 Weil ihr nun Söhne seid, gab Gott euch den Geist seines Sohnes ins Herz, der „Abba![1] Vater!“ in uns ruft.7 Du bist also nicht länger ein Sklave, sondern Sohn! Und wenn du Sohn bist, dann hat Gott dich auch zum Erben gemacht.8 Früher, als ihr Gott nicht kanntet, habt ihr Göttern, die in Wirklichkeit gar keine sind, wie Sklaven gedient.9 Aber jetzt kennt ihr Gott – besser gesagt: Gott kennt euch –, wie kann es da sein, dass ihr euch wieder diesen armseligen und schwachen Prinzipien zuwendet und ihnen erneut wie Sklaven dienen wollt?10 Ihr fangt an, auf besondere Tage, Monate, Zeiträume und Jahre zu achten.11 Ich fürchte, dass meine Arbeit an euch vergeblich gewesen ist.12 Ich bitte euch, Brüder, werdet so wie ich, denn auch ich bin so geworden wie ihr wart.[2] Nein, ihr habt mir kein Unrecht getan.13 Ihr wisst doch, wie ich zum ersten Mal bei euch war und euch das Evangelium verkündigte. Ich war krank,14 und mein Zustand war anstößig für euch. Dennoch habt ihr mich nicht verachtet oder verabscheut. Im Gegenteil, ihr habt mich wie einen Engel Gottes aufgenommen, ja, wie Christus Jesus selbst.15 Wo ist die glückliche Freude von damals nur geblieben? Ich kann euch bezeugen: Wenn es möglich gewesen wäre, hättet ihr euch die Augen ausgerissen und mir gegeben.16 Bin ich jetzt euer Feind geworden, weil ich euch die Wahrheit vorhalte?17 Diese Leute wollen euch nur gewinnen, und nicht für etwas Gutes. Sie wollen einen Keil zwischen uns treiben,[3] damit ihr euch um sie bemüht.18 Natürlich ist es immer gut, sich für einen guten Zweck zu bemühen –, nicht nur, wenn ich bei euch bin.19 Meine lieben Kinder, euretwegen erleide ich noch einmal Geburtsschmerzen, bis Christus in euch Gestalt gewinnt.20 Gern wäre ich jetzt bei euch, um in anderem Ton mit euch zu reden, denn ich weiß nicht, woran ich mit euch bin.21 Ihr wollt euch dem Gesetz unterwerfen? Sagt mir: Hört ihr denn das Gesetz nicht?22 Es steht doch geschrieben, dass Abraham zwei Söhne hatte. Einer war von seiner Sklavin und einer von seiner Frau.23 Der Sohn der Sklavin wurde auf die gewöhnliche Weise geboren. Der Sohn seiner Frau aber war die Folge einer Zusage Gottes.24 Das muss im übertragenen Sinn verstanden werden: Die zwei Frauen bedeuten nämlich zwei Bundesschlüsse. Der eine ist der vom Berg Sinai, der Sklaven hervorbringt. Das ist Hagar.25 Hagar steht für den Berg Sinai in Arabien, entspricht aber gleichzeitig dem jetzigen Jerusalem, weil das mit seinen Kindern in Sklaverei lebt.26 Das Jerusalem im Himmel ist jedoch frei. Und das ist unsere Mutter.27 Von ihr steht geschrieben: „Freue dich, du Unfruchtbare, obwohl du keine Kinder gebierst. Juble und jauchze, obwohl du keine Wehen bekommst. Denn die vereinsamte Ehefrau hat viel mehr Kinder als die von ihrem Mann vorgezogene.“ (Jes 54,1)28 Doch ihr, meine Brüder, seid wie Isaak Kinder der Zusage Gottes.29 Allerdings verfolgte schon damals der auf normale Weise geborene Sohn den, der sein Leben dem Geist Gottes verdankte. So ist es auch heute.30 Aber was sagt die Schrift dazu? „Jage die Sklavin und ihren Sohn fort! Der Sohn der Sklavin soll nicht mit dem Sohn der freien Frau zusammen Erbe werden.“ (1Mo 21,10)31 Deshalb sind wir, meine Brüder, nicht die Kinder einer Sklavin, sondern die einer freien Frau.

Galater 4

Nueva Versión Internacional (Castellano)

von Biblica
1 En otras palabras, mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, a pesar de ser dueño de todo.2 Al contrario, está bajo el cuidado de tutores y administradores hasta la fecha fijada por su padre.3 Así también nosotros, cuando éramos menores, estábamos esclavizados por los principios[1] de este mundo.4 Pero, cuando se cumplió el plazo,[2] Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley,5 para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos.6 Vosotros ya sois hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba! ¡Padre!»7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y, como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero.8 Antes, cuando no conocíais a Dios, erais esclavos de los que en realidad no son dioses.9 Pero, ahora que conocéis a Dios —o más bien que Dios os conoce a vosotros—, ¿cómo es que queréis regresar a esos principios ineficaces y sin valor? ¿Queréis volver a ser esclavos de ellos?10 ¡Seguís guardando los días de fiesta, meses, estaciones y años!11 Temo por vosotros, que tal vez me haya estado esforzando en vano.12 Hermanos, yo me he identificado con vosotros. Os suplico que ahora os identifiquéis conmigo. No es que me hayáis ofendido en algo.13 Como bien sabéis, la primera vez que os prediqué el evangelio fue debido a una enfermedad,14 y, aunque esta fue una prueba para vosotros, no me tratasteis con desprecio ni desdén. Al contrario, me recibisteis como a un ángel de Dios, como si se tratara de Cristo Jesús.15 Pues bien, ¿qué pasó con todo ese entusiasmo? Me consta que, de haberos sido posible, os habríais sacado los ojos para dármelos.16 ¡Y ahora resulta que por deciros la verdad me he vuelto vuestro enemigo!17 Esos que muestran mucho interés por ganaros a vosotros no abrigan buenas intenciones. Lo que quieren es alejaros de nosotros para que vosotros os entreguéis a ellos.18 Está bien mostrar interés, con tal de que ese interés sea bien intencionado y constante, y que no se manifieste solo cuando yo estoy con vosotros.19 Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros,20 ¡cómo quisiera estar ahora con vosotros y hablaros de otra manera, porque lo que estáis haciendo me tiene perplejo!21 Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿por qué no prestáis atención a lo que la ley misma dice?22 ¿Acaso no está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre?23 El de la esclava nació por decisión humana, pero el de la libre nació en cumplimiento de una promesa.24 Ese relato puede interpretarse en sentido figurado: estas mujeres representan dos pactos. Uno, que es Agar, procede del monte Sinaí y tiene hijos que nacen para ser esclavos.25 Agar representa el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la actual ciudad de Jerusalén, porque junto con sus hijos vive en esclavitud.26 Pero la Jerusalén celestial es libre, y esa es nuestra madre.27 Porque está escrito: «Tú, mujer estéril que nunca has dado a luz, ¡grita de alegría! Tú, que nunca tuviste dolores de parto, ¡prorrumpe en gritos de júbilo! Porque más hijos que la casada tendrá la desamparada». (Jes 54,1)28 Vosotros, hermanos, al igual que Isaac, sois hijos por la promesa.29 Y así como en aquel tiempo el hijo nacido por decisión humana persiguió al hijo nacido por el Espíritu, así también sucede ahora.30 Pero ¿qué dice la Escritura? «¡Echa de aquí a la esclava y a su hijo! El hijo de la esclava jamás tendrá parte en la herencia con el hijo de la libre». (1Mo 21,10)31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.