1.Könige 3

Neue evangelistische Übersetzung

von Karl-Heinz Vanheiden
1 Salomo wurde Schwiegersohn des Pharao, des Königs von Ägypten. Er nahm dessen Tochter zur Frau und ließ sie in der Davidsstadt wohnen, bis er seine Bauvorhaben vollendet hatte: den Palast, das Haus Jahwes und die Stadtmauer.2 Damals brachte das Volk seine Opfer noch auf verschiedenen Höhen dar, denn bis zu diesem Zeitpunkt war dem Namen Jahwes noch kein Haus gebaut worden.3 Salomo liebte Jahwe und richtete sich nach den Anordnungen seines Vaters David. Aber auch er musste diese Opferhöhen benutzen, um Schlacht- und Räucheropfer darzubringen.4 So ging er nach Gibeon,[1] um dort zu opfern, denn das war die größte Opferstätte. Tausend Brandopfer legte Salomo auf diesen Altar.5 Dort in Gibeon erschien Jahwe Salomo nachts im Traum. Gott sagte: „Sprich aus, was ich dir geben soll!“6 Salomo erwiderte: „Du hast deinem Diener David, meinem Vater, große Gnade erwiesen, weil er treu und gerecht war und aufrichtig vor dir gelebt hat. Du hast ihm diese große Gunst erhalten und ihm einen Sohn geschenkt, der heute auf seinem Thron sitzt.7 Und nun, Jahwe, mein Gott, du selbst hast deinen Diener anstelle meines Vaters zum König gemacht. Doch ich bin noch sehr jung und weiß weder aus noch ein.8 Dein Diener steht mitten in dem Volk, das du erwählt hast. Es ist ein großes Volk mit vielen Menschen, die niemand zählen kann.9 So gib deinem Diener ein Herz, das auf dich hört, damit er dein Volk recht richten und zwischen Gut und Böse unterscheiden kann. Wie kann ich sonst dieses schwierige Volk regieren?“10 Jahwe gefiel die Bitte Salomos.11 Deshalb sagte er zu ihm: „Weil du gerade um diese Sache gebeten hast und nicht um ein langes Leben, Reichtum oder den Tod deiner Feinde, sondern um Verstand zum Hören auf das Recht,12 darum werde ich deinen Wunsch erfüllen. Hiermit gebe ich dir ein weises und verständiges Herz, sodass kein Mensch vor oder nach dir mit dir verglichen werden kann.13 Und auch das, was du nicht erbeten hast, gebe ich dir, nämlich Reichtum und Ehre, sodass zu deinen Lebzeiten kein anderer König dir gleichkommt.14 Und wenn du auf meinen Wegen gehst, dich nach meinen Ordnungen und Geboten richtest, wie es dein Vater David getan hat, schenke ich dir auch ein langes Leben.“15 Da erwachte Salomo und merkte, dass es ein Traum war. Er ging nach Jerusalem, trat vor die Bundeslade des Herrn und opferte Brandopfer. Er ließ auch Tiere für das Freudenopfer[2] schlachten und ein Festmahl für seine Diener zubereiten.16 Eines Tages traten zwei Prostituierte vor den König.17 Die eine sagte: „Bitte, mein Herr! Diese Frau wohnt mit mir zusammen in einem Haus. Sie war dabei, als mein Kind geboren wurde.18 Zwei Tage später[3] bekam auch sie ein Kind. Wir beide waren ganz allein im Haus, kein Fremder war bei uns.19 Eines Nachts starb der Sohn dieser Frau, weil sie ihn im Schlaf erdrückt hatte.20 Da stand sie mitten in der Nacht auf, holte meinen Sohn von meiner Seite weg und legte ihn zu sich, während ich, deine Dienerin, schlief. Ihren toten Sohn aber legte sie neben mich.21 Als ich nun am Morgen erwachte und meinen Sohn stillen wollte, merkte ich auf einmal, dass er tot war. Doch als ich ihn genauer ansah, entdeckte ich, dass es gar nicht das Kind war, das ich geboren hatte.“22 „Das ist nicht wahr!“, rief die andere Frau. „Mein Sohn ist der lebende und deiner der tote!“ – „Nein“, rief die erste, „dein Sohn ist der tote und meiner der lebendige!“ So stritten sie sich vor dem König.23 Da sagte der König: „Die eine behauptet: 'Der hier, der lebende, ist mein Sohn. Dein Sohn ist der tote!', die andere sagt: 'Nein, dein Sohn ist der tote und mein Sohn der lebende!'“24 Dann befahl er: „Holt mir ein Schwert!“ Sie brachten es dem König.25 Er sagte: „Teilt das lebendige Kind in zwei Teile und gebt die eine Hälfte der einen und die andere Hälfte der anderen.“26 Da rief die Frau, deren Sohn der lebende war – denn es wurde ihr heiß vor Angst um ihren Sohn: „Bitte, mein Herr! Gebt ihr das lebende Kind, aber tötet es ja nicht!“ Die andere aber sagte: „Es soll weder dir noch mir gehören, zerschneidet es nur!“27 Da befahl der König: „Gebt der Ersten das lebende Kindchen und tötet es ja nicht! Sie ist seine Mutter.“28 Ganz Israel hörte von dem Urteil, das der König gefällt hatte. Das Volk achtete und respektierte ihn, weil sie sahen, dass Gottes Weisheit in ihm war, sodass er gerechte Urteile fällen konnte.

1.Könige 3

La Biblia Textual

von Sociedad Bíblica Iberoamericana
1 Salomón emparentó con Faraón, rey de Egipto, al tomar por mujer a la hija de Faraón, y la trajo a la ciudad de David hasta que terminó de edificar su propia casa, y la Casa de YHVH, y el muro alrededor de Jerusalem.2 Sólo que el pueblo ofrecía sacrificios en los lugares altos, porque en aquellos tiempos aún no había sido edificada Casa al nombre de YHVH.3 Y Salomón amaba a YHVH y andaba en los caminos de su padre David, pero brindaba sus sacrificios y ofrendas en los lugares altos.4 Y el rey iba a Gabaón para ofrecer allí sacrificios, por ser el lugar alto más importante. Salomón llegó a ofrecer mil holocaustos sobre aquel altar.5 Y en Gabaón se apareció YHVH a Salomón en el sueño de la noche. Y le dijo ’Elohim: Pide lo que quieras que Yo te dé.6 Y Salomón respondió: Tú has mostrado gran misericordia a tu siervo David, mi padre, porque él anduvo delante de ti con fidelidad, con justicia y con rectitud de corazón para contigo. Tú le has conservado esta gran misericordia, y le has dado un hijo que se siente en su trono, como en este día.7 Y ahora, oh YHVH, Dios mío, Tú has constituido a tu siervo rey en lugar de mi padre David, aunque soy un joven pequeño, y no sé cómo salir ni cómo entrar.8 Y tu siervo está en medio de tu pueblo, al cual escogiste; un pueblo tan numeroso que por su multitud no se puede contar ni se puede numerar.9 Da pues a tu siervo un corazón que sepa escuchar, para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque, ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?10 Y esta petición agradó a Adonay, por haber pedido Salomón semejante cosa.11 Y ’Elohim le dijo: Porque has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni has pedido para ti riquezas, ni has pedido la vida de tus enemigos, sino que has pedido para ti inteligencia para discernir justicia;12 he aquí cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio y entendido, tal que no ha habido otro antes de ti, ni lo habrá después de ti.13 Y también te concedo lo que no has pedido, así riquezas como honores, de modo que no habrá entre los reyes hombre como tú en todos tus días.14 Y si andas en mis caminos para cumplir mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, te prolongaré tus días.15 Y Salomón despertó, y he aquí era un sueño. Volviendo entonces a Jerusalem, se detuvo ante el Arca del Pacto de Adonay, e hizo subir holocaustos y brindó sacrificios de paz, e hizo un banquete para todos sus siervos.16 Dos mujeres prostitutas vinieron al rey y se pusieron de pie delante de él.17 Y dijo una de las mujeres: ¡Ay, señor mío! Esta mujer y yo habitamos en la misma casa; y di a luz mientras estaba con ella en la casa.18 Y sucedió que tres días después de mi parto, esta mujer también dio a luz. Nosotras estábamos juntas y ningún extraño estaba con nosotras en la casa; sólo nosotras dos estábamos en la casa.19 Y el hijo de esta mujer murió durante la noche, porque ella se durmió sobre él.20 Y levantándose a medianoche, tomó a mi hijo de junto a mí, pues tu servidora estaba dormida, y lo hizo recostar en su regazo, en tanto que a su hijo muerto lo recostó en mi seno.21 Cuando me levanté por la mañana para amamantar a mi hijo, ¡he aquí estaba muerto! Pero por la mañana lo observé bien, ¡y he aquí no era mi hijo, el que yo había parido!22 Pero la otra mujer replicó: ¡No! Sino que mi hijo es el vivo y tu hijo el muerto. Y la otra volvió a decir: ¡No! ¡Tu hijo es el muerto y mi hijo el vivo! Y disputaban muchísimo delante del rey.23 Entonces dijo el rey: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: ¡No! Sino que tu hijo es el muerto, y mi hijo el vivo.24 Y el rey dijo: ¡Traedme una espada! Cuando trajeron la espada ante el rey,25 dispuso el rey: ¡Partid al niño vivo en dos, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra!26 Pero entonces, la mujer de quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se conmovieron por su hijo), y exclamó: ¡Ay, señor mío! Dad a ésta el niño vivo; pero no lo hagas morir. Pero la otra dijo: No sea ni para mí ni para ti. ¡Partidlo!27 Entonces el rey, tomando la palabra, dijo: ¡Dadle a aquélla el niño vivo y no lo matéis! Ella es su madre.28 Y todo Israel se enteró de la sentencia que había dado el rey, y tuvieron temor al rey, porque vieron que la sabiduría de Dios estaba en su corazón para hacer justicia.