Su navegador no está actualizado. Si ERF Bibleserver es muy lento, por favor, actualice su navegador.

Iniciar sesión
... y use todas las características!

  • Leer1. Mose 3
  • Notas
  • Etiquetas
  • Me gusta
  • Historial
  • Diccionarios
  • Plan de lectura
  • Gráficos
  • Videos
  • Ocasiones especiales
  • Donar
  • Blog
  • Boletín informativo
  • Colaborador
  • Ayuda
  • Contacto
  • Habilidad de Alexa
  • Para Webmasters
  • Política de privacidad
  • Accessibility Statement
  • Reglamento general de protección de datos (RGPD)
  • Imprimir
  • Language: español
© 2025 ERF
Regístrese gratis

Mateo 8

Nueva Biblia Viva

de Biblica

Jesús sana a un leproso

1 Jesús descendía de la colina seguido de una multitud inmensa 2 cuando, de pronto, un leproso se le acercó y se puso de rodillas ante él. ―Señor —suplicó el leproso—, si quieres, puedes curarme. 3 Jesús, extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: ―Quiero. ¡Ya estás curado! E instantáneamente la lepra desapareció. 4 ―No te detengas a conversar con nadie —le ordenó entonces Jesús—. Ve en seguida a que el sacerdote te examine y presenta la ofrenda que requiere la ley de Moisés, para que les conste que ya estás bien. 

La fe del centurión

5 Cuando Jesús llegó a Capernaúm, un capitán del ejército romano se le acercó y le rogó 6 que sanara a un sirviente que estaba en cama paralítico y que sufría mucho. 7 Le respondió Jesús: ―Iré a sanarlo. 8 ―Señor —le dijo entonces el capitán—, no soy digno de que vayas a mi casa. Desde aquí mismo puedes ordenar que se sane mi criado y se sanará. 9 Lo sé, porque estoy acostumbrado a obedecer las órdenes de mis superiores; además, si yo le digo a alguno de mis soldados que vaya a algún lugar, va; y si le digo que venga, viene; y si le digo a mi esclavo que haga esto o aquello, lo hace. 10 Al oír esto, Jesús se maravilló y les dijo a quienes lo seguían: ―¡En todo Israel no he hallado una fe tan grande como la de este hombre! 11 Óiganme lo que les digo: Muchos gentiles, al igual que este soldado romano, irán de todas partes del mundo a sentarse en el reino de los cielos con Abraham, Isaac y Jacob. 12 En cambio, muchos israelitas que deberían estar en el reino, serán arrojados a las tinieblas de afuera donde todo es llorar y crujir los dientes. 13 Entonces Jesús le dijo al soldado: ―Vete; lo que creíste ya se ha cumplido. Y el criado se sanó en aquella misma hora. 

Jesús sana a muchos enfermos

14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, la suegra de este estaba en cama con una fiebre muy alta. 15 Jesús fue y la tocó, y la fiebre la dejó; y ella se levantó a servirlos. 16 Por la noche llevaron varios endemoniados a Jesús. Bastaba una sola palabra para que los demonios huyeran y los enfermos sanaran. 17 Así se cumplió la profecía de Isaías: «Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias».[1] 

Lo que cuesta seguir a Jesús

18 Al ver Jesús que la multitud crecía, pidió a sus discípulos que se prepararan para pasar al otro lado del lago. 19 En eso, un maestro de la ley de Dios le dijo: ―Maestro, te seguiré vayas adonde vayas. 20 ―Las zorras tienen guaridas y las aves nidos —le respondió Jesús—; pero yo, el Hijo del hombre, no tengo ni dónde recostar la cabeza. 21 Otro de sus seguidores le dijo: ―Señor, te seguiré pero déjame que vaya antes a enterrar a mi padre. 22 Pero Jesús le contestó: ―No, sígueme ahora. Deja que los que están muertos se ocupen de sus muertos. 

Jesús calma la tormenta

23 Entonces subió a una barca con sus discípulos y zarparon de allí. 24 Durante la travesía se quedó dormido. Poco después se levantó una tormenta tan violenta que las olas inundaban la barca. 25 Los discípulos corrieron a despertar a Jesús: ―¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo! 26 ―Hombres de poca fe, ¿a qué viene tanto miedo? —les respondió. Entonces, se puso de pie, reprendió al viento y a las olas, y la tormenta cesó y todo quedó en calma. 27 Pasmados, los discípulos se decían: «¿Quién es este, que aun los vientos y la mar lo obedecen?». 

Liberación de dos endemoniados

28 Ya al otro lado del lago, en tierra de los gadarenos, dos endemoniados le salieron al encuentro. Vivían en el cementerio, y eran tan peligrosos que nadie se atrevía a andar por aquella zona. 29 Al ver a Jesús, le gritaron: ―¡Déjanos tranquilos, Hijo de Dios! ¡Todavía no es hora de que nos atormentes! 30 Por aquellos alrededores andaba un hato de cerdos, 31 y los demonios le suplicaron a Jesús: ―Si nos vas a echar fuera, déjanos entrar en aquel hato de cerdos. 32 ―Está bien —les respondió Jesús—. Vayan. Y los demonios salieron de los hombres y entraron en aquellos cerdos. Estos se despeñaron desde un acantilado y se ahogaron en el lago. 33 Los que cuidaban los cerdos salieron corriendo y se fueron a la ciudad a contar lo sucedido, 34 y la ciudad entera vino al encuentro de Jesús y le suplicaron que se fuera de aquellos lugares. 

La Nueva Biblia Viva TM
Copyright © 2006, 2008 by Biblica, Inc.
Used with permission. All rights reserved worldwide.

“Biblica”, “International Bible Society” and the Biblica Logo are trademarks registered in the United States Patent and Trademark Office by Biblica, Inc. Used with permission.