1¡Ay de mí! Soy como el que ha llegado después de que ha pasado la cosecha y ya no encuentra ni higos ni uvas para comer. ¡Y yo que con tanta ilusión esperé por los buenos frutos!2Ya no hay gente honrada en este país. ¡Ya no queda en este país ni una sola persona que practique la justicia! Son todas homicidas, que se vuelven contra sus propios familiares. ¡Unos a otros buscan hacerse daño!3¡Se han vuelto expertos en hacer lo malo, a tal punto que no hay quien les supere en maldad! El gobernador exige recompensas, el juez acepta sobornos y el rico hace lo que le da la gana. ¡Por eso la ciudad se ha pervertido!4El mejor de ellos es peor que un arbusto lleno de espinas; el más recto está más retorcido que una zarza. Pero ya se acerca el día de su castigo, tal como lo anunciaron los profetas. ¡Ese día habrá mucho llanto y desesperación!5No confíes en nadie, ni en tu mejor amigo, mucho menos en tus gobernantes. ¡Ni siquiera confíes en tu esposa!6Pues la maldad está tan extendida que el hijo desprecia a su padre, la hija desafía a su madre, la nuera maldice a su suegra. Sí, los enemigos de cada persona son los de su propia casa.7Pero yo he puesto toda mi confianza en el SEÑOR; yo confío en que Dios me salvará de cualquier peligro, y estoy seguro que siempre escucha mis ruegos.
Esperanza de redención
8No te regocijes de mi derrota, enemiga mía, porque aunque caiga, me volveré a levantar. Porque aunque ahora vivan esta situación tan difícil que parece que atravieso un túnel oscuro, el SEÑOR me sacará adelante hasta que vuelva a tener la situación bajo control. El SEÑOR es para mí como luz en la noche oscura.9Soportaré con paciencia mientras el SEÑOR me castiga, porque reconozco que actué muy mal y lo ofendí. Pero estoy seguro de que luego él me defenderá de todos mis enemigos, y los castigará por todo el mal que me han hecho. Dios me sacará de las tinieblas a la luz, y me permitirá disfrutar de nuevo sus actos de bondad.10Entonces mi enemigo, el que se burlaba de mí diciendo: «¿Dónde está ese Dios tuyo?», quedará avergonzado. Con mis propios ojos veré su derrota, pues será pisoteado como se hace con el lodo de las calles.11Pueblo de Jerusalén, viene el día en que tus murallas serán reconstruidas y tus fronteras serán extendidas.12Ciudadanos de muchas naciones vendrán y te rendirán homenaje, desde Asiria hasta Egipto, desde el río Nilo hasta el río Éufrates, desde un mar hasta otro mar y desde un monte hasta otro monte.13La tierra de nuestros enemigos quedará convertida en un desierto a consecuencia de los horribles actos de maldad de sus habitantes.14¡SEÑOR, ven y cuida a tu pueblo, apacienta a tu rebaño! Haz que tu pueblo viva en paz y con prosperidad; permítele deleitarse en las fértiles praderas de Basán y Galaad, como antes lo hacía.15¡SEÑOR, realiza poderosos milagros en favor de tu pueblo, como los que hiciste cuando lo libraste de la esclavitud de Egipto!16¡Que todas las naciones se queden con la boca abierta al ver tus maravillas! ¡Que se avergüencen al ver que su fortaleza es poca cosa ante tu extraordinario poder! ¡Que se queden mudas y sordas al contemplar tus maravillas!17¡Que se arrastren por el polvo como si fueran serpientes o reptiles! ¡Que salgan temblando de sus refugios y se rindan ante ti, SEÑOR y Dios nuestro!18¿Dónde hay otro Dios como tú, que perdona los pecados de los que aún quedan de su pueblo? Pues tú no retienes para siempre el enojo contra tu pueblo, porque amas la misericordia y el perdón más que la cólera y el castigo.19Una vez más ten compasión de nosotros y borra de tus registros nuestras faltas. ¡Olvídate de nuestras maldades como si hubieran sido echadas para siempre en lo más profundo del mar!20¡Permítenos, SEÑOR, disfrutar otra vez de ese amor y esa fidelidad que hace muchos años prometiste a nuestros antepasados Abraham y Jacob!
1¡Pobre de mí! No llegué a tiempo para la cosecha de verano ni para los rebuscos de la vendimia; no tengo un solo racimo que comer, ni un higo tierno, por el que me muero.2La gente piadosa ha sido eliminada del país, ¡ya no hay gente honrada en este mundo! Todos tratan de matar a alguien, y unos a otros se tienden redes.3Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo; funcionarios y jueces exigen soborno. Los magnates no hacen más que pedir, y todos complacen su codicia.4El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza; el más recto, más torcido que un espino. Pero ya viene el día de su confusión; ¡ya se acerca el día de tu castigo anunciado por tus centinelas!5No creas en tu prójimo, ni confíes en tus amigos; cuídate de lo que hablas con la que duerme en tus brazos.6El hijo ultraja al padre, la hija se rebela contra la madre, la nuera contra la suegra, y los enemigos de cada cual están en su propia casa.7Pero yo he puesto mi esperanza en el SEÑOR; yo espero en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará!
Esperanza de redención
8Enemiga mía, no te alegres de mi mal. Caí, pero he de levantarme; vivo en tinieblas, pero el SEÑOR es mi luz.9He pecado contra el SEÑOR, así que soportaré su furia hasta que él juzgue mi causa y me haga justicia. Entonces me sacará a la luz y gozaré de su salvación.10Cuando lo vea mi enemiga, la que me decía: «¿Dónde está tu Dios?», se llenará de vergüenza. Mis ojos contemplarán su desgracia, pues será pisoteada como el lodo de las calles.11El día que tus muros sean reconstruidos será el momento de extender tus fronteras.12Ese día acudirán a ti los pueblos, desde Asiria hasta las ciudades de Egipto, desde el río Nilo hasta el río Éufrates, de mar a mar y de montaña a montaña.13La tierra quedará desolada por culpa de sus habitantes, como resultado de su maldad.14Pastorea con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu propiedad, que habita solitario en el bosque, en medio de la espesura. Hazlo pastar en Basán y en Galaad como en los tiempos pasados.15Muéstrale tus prodigios, como cuando lo sacaste de Egipto.[1]16Las naciones verán tus maravillas y se avergonzarán de toda su prepotencia; se llevarán la mano a la boca y sus oídos se ensordecerán.17Lamerán el polvo como serpientes, como los reptiles de la tierra. Saldrán temblando de sus escondrijos y, temerosos ante tu presencia, se volverán a ti, SEÑOR y Dios nuestro.18¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar.19Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados.20Muestra tu fidelidad a Jacob, y tu lealtad a Abraham, como desde tiempos antiguos se lo juraste a nuestros antepasados.