1Nach einigen Tagen kehrte Jesus nach Kapernaum zurück. Es sprach sich schnell herum, dass er wieder zu Hause[1] war. (Mt 9,1; Mk 1,29; Lk 5,17)2Viele Menschen strömten zusammen, so dass nicht einmal mehr draußen vor der Tür Platz war. Ihnen allen verkündete Jesus Gottes Botschaft.3Da kamen vier Männer, die einen Gelähmten trugen.4Weil sie wegen der vielen Menschen nicht bis zu Jesus kommen konnten, deckten sie über ihm das Dach ab. Durch diese Öffnung ließen sie den Gelähmten auf seiner Trage hinunter.5Als Jesus ihren festen Glauben sah, sagte er zu dem Gelähmten: »Mein Sohn, deine Sünden sind dir vergeben!«6Aber einige der anwesenden Schriftgelehrten dachten:7»Was bildet der sich ein? Das ist Gotteslästerung! Nur Gott allein kann Sünden vergeben.«8Jesus erkannte sofort, was in ihnen vorging, und fragte: »Wie könnt ihr nur so etwas denken!9Ist es denn leichter, zu diesem Gelähmten zu sagen: ›Dir sind deine Sünden vergeben‹, oder ihn zu heilen[2]?10Aber ich will euch beweisen, dass der Menschensohn die Vollmacht hat, hier auf der Erde Sünden zu vergeben.« Und er forderte den Gelähmten auf:11»Steh auf, nimm deine Trage und geh nach Hause!«12Da stand der Mann auf, nahm seine Trage und ging vor aller Augen hinaus. Die Leute waren fassungslos. Sie lobten Gott und riefen: »So etwas haben wir noch nie erlebt!«
Der Zolleinnehmer Levi
13Jesus ging wieder an das Ufer des Sees Genezareth. Dort kamen die Menschen in Scharen zu ihm, und er lehrte sie. (Mt 9,9; Lk 5,27)14Als er weiterging, sah er Levi, den Sohn von Alphäus, am Zoll sitzen. Jesus forderte ihn auf: »Komm, folge mir nach!« Sofort stand Levi auf und ging mit ihm.15Später war Jesus mit seinen Jüngern bei Levi zu Gast. Levi hatte auch viele Zolleinnehmer und andere Leute mit schlechtem Ruf zum Essen eingeladen. Viele von ihnen hatten sich Jesus angeschlossen.16Als aber einige Schriftgelehrte, die zur Partei der Pharisäer gehörten, Jesus in dieser Gesellschaft essen sahen, fragten sie seine Jünger: »Wie kann sich Jesus bloß mit solchen Sündern und Betrügern abgeben?«17Jesus hörte das und antwortete: »Die Gesunden brauchen keinen Arzt, sondern die Kranken. Ich bin gekommen, um Sünder in die Gemeinschaft mit Gott zu rufen, und nicht solche, die sich sowieso für gut genug halten.[3]«
Neue Formen für das neue Leben
18Die Jünger von Johannes und die Pharisäer fasteten regelmäßig. Deshalb kamen einige Leute zu Jesus und fragten: »Warum fasten deine Jünger eigentlich nicht wie die Jünger von Johannes und den Pharisäern?« (Mt 9,14; Lk 5,33)19Jesus antwortete ihnen: »Sollen die Hochzeitsgäste etwa fasten, solange der Bräutigam noch bei ihnen ist? Nein, sie werden feiern, solange er da ist!20Die Zeit kommt früh genug, dass der Bräutigam ihnen genommen wird. Dann werden sie fasten.21Niemand flickt ein altes Kleid mit einem neuen Stück Stoff. Der alte Stoff würde sonst an der Flickstelle doch wieder reißen, und das Loch würde nur noch größer.22Ebenso füllt niemand jungen, gärenden Wein in alte, brüchige Schläuche. Sonst bringt er sie zum Platzen. Dann läuft der Wein aus, und die Schläuche sind unbrauchbar. Nein, jungen Wein füllt man in neue Schläuche!«
Der Ruhetag ist für den Menschen da
23An einem Sabbat ging Jesus mit seinen Jüngern durch die Getreidefelder. Unterwegs fingen die Jünger an, Ähren abzureißen und die Körner zu essen. (Mt 12,1; Lk 6,1)24Da beschwerten sich die Pharisäer bei Jesus: »Sieh dir das an! Was sie tun, ist am Sabbat doch gar nicht erlaubt!«25Aber Jesus antwortete ihnen: »Habt ihr denn nie gelesen, was König David tat, als er und seine Männer in Not geraten waren und Hunger hatten?26Damals – zur Zeit des Hohenpriesters Abjatar – ging er in das Haus Gottes. Er aß mit seinen Männern von dem Brot, das Gott geweiht war und das nur die Priester essen durften.[4]« (1Sam 21,7)27Und Jesus fügte hinzu: »Der Sabbat wurde doch für den Menschen geschaffen und nicht der Mensch für den Sabbat.28Deshalb ist der Menschensohn auch Herr über den Sabbat und kann somit entscheiden, was am Sabbat erlaubt ist.«
1Pasados algunos días, volvió a entrar en Cafarnaum, y se oyó que estaba en casa.2Y se reunieron muchos, de modo que ya no había sitio ni aun frente a la puerta; y Él les hablaba la palabra.3Y vienen, y entre cuatro le traen un paralítico,4pero al no poder entrarlo por causa de la multitud, levantaron el techo encima de donde Él estaba, y luego de hacer una abertura, bajaron el catre donde yacía el paralítico.5Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.6Pero allí sentados había algunos de los escribas, y cavilaban en sus corazones:7¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice, ¿quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?8Al instante, percibiendo Jesús en su espíritu que cavilaban de este modo, les dice: ¿Por qué caviláis estas cosas en vuestros corazones?9¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico: Tus pecado te son perdonados, o decir: Levántate, toma tu catre y anda?10Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice al paralítico):11A ti te digo: ¡Levántate, alza tu catre y vete a tu casa!12Y fue levantado, e inmediatamente alzó el catre y salió delante de todos, de manera que todos estaban asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: ¡Jamás vimos algo así!
Leví, el publicano
13Y salió nuevamente junto al mar, y toda la multitud acudía a Él, y les enseñaba.
El ministerio en Galilea
14Y pasando, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el lugar de los tributos, y le dice: ¡Sígueme! Y levantándose, lo siguió.15Y sucedió que estando reclinado a la mesa en su casa (muchos publicanos y pecadores estaban reclinados a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían),16los escribas de los fariseos, viendo que comía con los pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: ¿Con publicanos y pecadores come?17Al oírlo Jesús, les dice: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No vine a llamar a justos, sino a pecadores.
Sobre el ayuno
18Y los discípulos de Juan y de los fariseos estando de ayuno, van y le preguntan: ¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?19Jesús les dijo: ¿Pueden acaso ayunar los que asisten al esposo mientras el esposo está con ellos? Entre tanto tienen consigo al esposo, no pueden ayunar,20pero vendrán días cuando el esposo les sea quitado, entonces ayunarán en aquel día.21Nadie cose un remiendo de tela nueva sobre un vestido viejo, de otra manera, el remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace una rotura peor.22Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, de otra manera, el vino reventará los odres, y se echan a perder el vino y los odres; antes bien: Vino nuevo en odres nuevos.
El Señor del sábado
23Aconteció que pasando por los sembrados en día de sábado, sus discípulos comenzaron a caminar arrancando las espigas.24Y los fariseos le decían: Mira, ¿por qué hacen lo que no es lícito hacer en el día de sábado?25Les dice: ¿Nunca leísteis qué hizo David, cuando tuvo necesidad y tuvo hambre él, y los que estaban con él:26Cómo entró en la Casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y dio también a los que estaban con él?27Y les decía: El sábado fue instituido para el hombre, y no el hombre para el sábado.28Por tanto, el Hijo del Hombre es también Señor del sábado.