1Salomo verschwägerte sich mit dem Pharao, dem König von Ägypten. Er nahm eine Tochter des Pharao zur Frau und brachte sie in die Davidstadt, bis er sein Haus, das Haus des HERRN und die Mauern rings um Jerusalem vollendet hatte. (1Kön 7,8; 1Kön 9,15)2Das Volk opferte jedoch zu jener Zeit auf den Kulthöhen, weil dem Namen des HERRN noch kein Haus gebaut war.3Salomo aber liebte den HERRN und befolgte die Satzungen seines Vaters David; nur brachte er auf den Kulthöhen Schlachtopfer und Rauchopfer dar.4So ging der König nach Gibeon, um dort zu opfern; denn hier war die größte Kulthöhe. Tausend Brandopfer pflegte Salomo auf jenen Altar zu legen. (1Chr 16,39; 2Chr 1,3)5In Gibeon erschien der HERR dem Salomo nachts im Traum und forderte ihn auf: Sprich eine Bitte aus, die ich dir gewähren soll!6Salomo antwortete: Du hast deinem Knecht David, meinem Vater, große Huld erwiesen; denn er lebte vor dir in Treue, in Gerechtigkeit und mit aufrichtigem Herzen. Du hast ihm diese große Huld bewahrt und ihm einen Sohn geschenkt, der heute auf seinem Thron sitzt. (1Kön 1,48)7So hast du jetzt, HERR, mein Gott, deinen Knecht anstelle meines Vaters David zum König gemacht. Doch ich bin noch sehr jung und weiß nicht aus noch ein.8Dein Knecht steht aber mitten in deinem Volk, das du erwählt hast: einem großen Volk, das man wegen seiner Menge nicht zählen und nicht schätzen kann.9Verleih daher deinem Knecht ein hörendes Herz, damit er dein Volk zu regieren und das Gute vom Bösen zu unterscheiden versteht! Wer könnte sonst dieses mächtige Volk regieren? (Ps 72,1; Weis 9,1)10Es gefiel dem Herrn, dass Salomo diese Bitte aussprach.11Daher antwortete ihm Gott: Weil du gerade diese Bitte ausgesprochen hast und nicht um langes Leben, Reichtum oder um den Tod deiner Feinde, sondern um Einsicht gebeten hast, um auf das Recht zu hören,12werde ich deine Bitte erfüllen. Sieh, ich gebe dir ein so weises und verständiges Herz, dass keiner vor dir war und keiner nach dir kommen wird, der dir gleicht. (Weis 7,7)13Aber auch das, was du nicht erbeten hast, will ich dir geben: Reichtum und Ehre, sodass zu deinen Lebzeiten keiner unter den Königen dir gleicht.14Wenn du auf meinen Wegen gehst, meine Gesetze und Gebote bewahrst wie dein Vater David, dann schenke ich dir ein langes Leben.15Da erwachte Salomo und merkte, dass es ein Traum war. Als er nach Jerusalem kam, trat er vor die Bundeslade des Herrn, brachte Brand- und Heilsopfer dar und gab ein Festmahl für alle seine Diener.
Das salomonische Urteil
16Damals kamen zwei Dirnen und traten vor den König.17Die eine sagte: Bitte, Herr, ich und diese Frau wohnen im gleichen Haus und ich habe dort in ihrem Beisein geboren.18Am dritten Tag nach meiner Niederkunft gebar auch diese Frau. Wir waren beisammen; kein Fremder war bei uns im Haus, nur wir beide waren dort.19Nun starb der Sohn dieser Frau während der Nacht; denn sie hatte im Schlaf auf ihm gelegen.20Sie stand mitten in der Nacht auf, nahm mir mein Kind weg, während deine Magd schlief, und legte es an ihre Seite. Ihr totes Kind aber legte sie an meine Seite.21Als ich am Morgen aufstand, um mein Kind zu stillen, war es tot. Als ich es aber am Morgen genau ansah, war es nicht mein Kind, das ich geboren hatte.22Da rief die andere Frau: Nein, mein Kind lebt und dein Kind ist tot. Doch die erste entgegnete: Nein, dein Kind ist tot und mein Kind lebt. So stritten sie vor dem König.23Da begann der König: Diese sagt: Mein Kind lebt und dein Kind ist tot! und jene sagt: Nein, dein Kind ist tot und mein Kind lebt.24Und der König fuhr fort: Holt mir ein Schwert! Man brachte es vor den König.25Nun entschied er: Schneidet das lebende Kind entzwei und gebt eine Hälfte der einen und eine Hälfte der anderen!26Doch nun bat die Mutter des lebenden Kindes den König - es regte sich nämlich in ihr die mütterliche Liebe zu ihrem Kind: Bitte, Herr, gebt ihr das lebende Kind und tötet es nicht! Doch die andere rief: Es soll weder mir noch dir gehören. Zerteilt es! (1Mo 43,30; Jes 49,15)27Da befahl der König: Gebt jener das lebende Kind und tötet es nicht; denn sie ist seine Mutter.28Ganz Israel hörte von dem Urteil, das der König gefällt hatte, und sie schauten mit Ehrfurcht zu ihm auf; denn sie erkannten, dass die Weisheit Gottes in ihm war, wenn er Recht sprach. (Weis 8,11)
1Salomón emparentó con Faraón, rey de Egipto, al tomar por mujer a la hija de Faraón, y la trajo a la ciudad de David hasta que terminó de edificar su propia casa, y la Casa de YHVH, y el muro alrededor de Jerusalem.2Sólo que el pueblo ofrecía sacrificios en los lugares altos, porque en aquellos tiempos aún no había sido edificada Casa al nombre de YHVH.3Y Salomón amaba a YHVH y andaba en los caminos de su padre David, pero brindaba sus sacrificios y ofrendas en los lugares altos.4Y el rey iba a Gabaón para ofrecer allí sacrificios, por ser el lugar alto más importante. Salomón llegó a ofrecer mil holocaustos sobre aquel altar.5Y en Gabaón se apareció YHVH a Salomón en el sueño de la noche. Y le dijo ’Elohim: Pide lo que quieras que Yo te dé.6Y Salomón respondió: Tú has mostrado gran misericordia a tu siervo David, mi padre, porque él anduvo delante de ti con fidelidad, con justicia y con rectitud de corazón para contigo. Tú le has conservado esta gran misericordia, y le has dado un hijo que se siente en su trono, como en este día.7Y ahora, oh YHVH, Dios mío, Tú has constituido a tu siervo rey en lugar de mi padre David, aunque soy un joven pequeño, y no sé cómo salir ni cómo entrar.8Y tu siervo está en medio de tu pueblo, al cual escogiste; un pueblo tan numeroso que por su multitud no se puede contar ni se puede numerar.9Da pues a tu siervo un corazón que sepa escuchar, para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque, ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?10Y esta petición agradó a Adonay, por haber pedido Salomón semejante cosa.11Y ’Elohim le dijo: Porque has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni has pedido para ti riquezas, ni has pedido la vida de tus enemigos, sino que has pedido para ti inteligencia para discernir justicia;12he aquí cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio y entendido, tal que no ha habido otro antes de ti, ni lo habrá después de ti.13Y también te concedo lo que no has pedido, así riquezas como honores, de modo que no habrá entre los reyes hombre como tú en todos tus días.14Y si andas en mis caminos para cumplir mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, te prolongaré tus días.15Y Salomón despertó, y he aquí era un sueño. Volviendo entonces a Jerusalem, se detuvo ante el Arca del Pacto de Adonay, e hizo subir holocaustos y brindó sacrificios de paz, e hizo un banquete para todos sus siervos.16Dos mujeres prostitutas vinieron al rey y se pusieron de pie delante de él.17Y dijo una de las mujeres: ¡Ay, señor mío! Esta mujer y yo habitamos en la misma casa; y di a luz mientras estaba con ella en la casa.18Y sucedió que tres días después de mi parto, esta mujer también dio a luz. Nosotras estábamos juntas y ningún extraño estaba con nosotras en la casa; sólo nosotras dos estábamos en la casa.19Y el hijo de esta mujer murió durante la noche, porque ella se durmió sobre él.20Y levantándose a medianoche, tomó a mi hijo de junto a mí, pues tu servidora estaba dormida, y lo hizo recostar en su regazo, en tanto que a su hijo muerto lo recostó en mi seno.21Cuando me levanté por la mañana para amamantar a mi hijo, ¡he aquí estaba muerto! Pero por la mañana lo observé bien, ¡y he aquí no era mi hijo, el que yo había parido!22Pero la otra mujer replicó: ¡No! Sino que mi hijo es el vivo y tu hijo el muerto. Y la otra volvió a decir: ¡No! ¡Tu hijo es el muerto y mi hijo el vivo! Y disputaban muchísimo delante del rey.23Entonces dijo el rey: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: ¡No! Sino que tu hijo es el muerto, y mi hijo el vivo.24Y el rey dijo: ¡Traedme una espada! Cuando trajeron la espada ante el rey,25dispuso el rey: ¡Partid al niño vivo en dos, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra!26Pero entonces, la mujer de quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se conmovieron por su hijo), y exclamó: ¡Ay, señor mío! Dad a ésta el niño vivo; pero no lo hagas morir. Pero la otra dijo: No sea ni para mí ni para ti. ¡Partidlo!27Entonces el rey, tomando la palabra, dijo: ¡Dadle a aquélla el niño vivo y no lo matéis! Ella es su madre.28Y todo Israel se enteró de la sentencia que había dado el rey, y tuvieron temor al rey, porque vieron que la sabiduría de Dios estaba en su corazón para hacer justicia.