Isaiah 64

English Standard Version

from Crossway
1 Oh that you would rend the heavens and come down, that the mountains might quake at your presence— (Jud 5:5; 2Sa 22:10; Ps 18:9; Ps 144:5; Mic 1:4)2 [1] as when fire kindles brushwood and the fire causes water to boil— to make your name known to your adversaries, and that the nations might tremble at your presence! (Jos 2:9)3 When you did awesome things that we did not look for, you came down, the mountains quaked at your presence. (Ex 14:13; Ex 15:11)4 From of old no one has heard or perceived by the ear, no eye has seen a God besides you, who acts for those who wait for him. (Ps 31:19; 1Co 2:9)5 You meet him who joyfully works righteousness, those who remember you in your ways. Behold, you were angry, and we sinned; in our sins we have been a long time, and shall we be saved?[2]6 We have all become like one who is unclean, and all our righteous deeds are like a polluted garment. We all fade like a leaf, and our iniquities, like the wind, take us away. (Ps 90:5; Isa 59:12)7 There is no one who calls upon your name, who rouses himself to take hold of you; for you have hidden your face from us, and have made us melt in[3] the hand of our iniquities. (Isa 43:22; Ho 7:7)8 But now, O Lord, you are our Father; we are the clay, and you are our potter; we are all the work of your hand. (Isa 29:23; Isa 45:9; Isa 45:11; Isa 63:16; Ro 9:20)9 Be not so terribly angry, O Lord, and remember not iniquity forever. Behold, please look, we are all your people. (Ps 74:1; Ps 79:8; Isa 57:16)10 Your holy cities have become a wilderness; Zion has become a wilderness, Jerusalem a desolation. (Ne 1:3; Ne 2:3)11 Our holy and beautiful[4] house, where our fathers praised you, has been burned by fire, and all our pleasant places have become ruins. (2Ki 25:9; 2Ch 36:19; Ps 74:7; Hag 1:9; Hag 2:3)12 Will you restrain yourself at these things, O Lord? Will you keep silent, and afflict us so terribly? (Isa 42:14; Zec 1:12)

Isaiah 64

Nueva Versión Internacional

from Biblica
1 ¡Ojalá rasgaras los cielos, y descendieras! ¡Las montañas temblarían ante ti,2 como cuando el fuego enciende la leña y hace que hierva el agua! Así darías a conocer tu nombre entre tus enemigos, y ante ti temblarían las naciones.3 Hiciste portentos inesperados cuando descendiste; ante tu presencia temblaron las montañas.4 Fuera de ti, desde tiempos antiguos nadie ha escuchado ni percibido, ni ojo alguno ha visto, a un Dios que, como tú, actúe en favor de quienes en él confían.5 Sales al encuentro de los que, alegres, practican la justicia y recuerdan tus caminos. Pero te enojas si persistimos en desviarnos de ellos.[1] ¿Cómo podremos ser salvos?6 Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas: nuestras iniquidades nos arrastran como el viento.7 Nadie invoca tu nombre, ni se esfuerza por aferrarse a ti. Pues nos has dado la espalda y nos has entregado[2] en poder de nuestras iniquidades.8 A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.9 No te enojes demasiado, Señor; no te acuerdes siempre de nuestras iniquidades. ¡Considera, por favor, que todos somos tu pueblo!10 Tus ciudades santas han quedado devastadas, y hasta Sión se ha vuelto un desierto; Jerusalén es una desolación.11 Nuestro santo y glorioso templo, donde te alababan nuestros padres, ha sido devorado por el fuego. Ha quedado en ruinas todo lo que más queríamos.12 Ante todo esto, Señor, ¿no vas a hacer nada? ¿Vas a guardar silencio y afligirnos sin medida?