Hebreos 12

La Biblia Textual

de Sociedad Bíblica Iberoamericana
1 Por lo cual también nosotros, teniendo alrededor nuestro una tan grande nube de testigos, desprendiéndonos de todo peso, y del pecado que nos asedia, corramos con paciencia la carrera que nos es puesta delante,2 puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe; el cual, por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, y despreciando el oprobio, se ha sentado a la diestra del trono de Dios.3 Considerad pues al que soportó tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse y desfallezca,4 pues todavía no habéis resistido hasta derramar sangre combatiendo contra el pecado;5 y habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os habla, diciendo: Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando seas reprendido por Él.6 Porque el Señor al que ama disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.7 Permaneced bajo la disciplina, pues Dios os está tratando como a hijos; porque, ¿qué hijo es aquel a quien su padre no disciplina?8 Pero si quedáis sin disciplina, de la cual todos han llegado a ser partícipes, entonces sois bastardos y no hijos.9 Además, nosotros hemos tenido a nuestros padres naturales, los cuales nos castigaban, y los respetábamos. ¿No nos hemos de someter con mucha más razón al Padre de los espíritus, y vivir?10 Porque ellos en verdad nos castigaron por pocos días, según les parecía, pero Éste, para lo provechoso, a fin de que participemos de su santidad.11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero más tarde da fruto apacible de justicia a los que por ella han sido ejercitados.12 Por tanto, fortaleced las manos debilitadas y las rodillas paralizadas,13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que no se disloque lo cojo, sino más bien que sea sanado.14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor;15 vigilando que ninguno quede privado de la gracia de Dios, no sea que brotando alguna raíz de amargura, os perturbe, y por ella muchos sean contaminados;16 que no haya ningún fornicario, o profano, como Esaú, que por una comida vendió su primogenitura.17 Porque sabéis que aun cuando después deseaba heredar la bendición, fue rechazado (porque no halló lugar de arrepentimiento), aunque solícitamente la buscó con lágrimas.18 Porque no os habéis acercado a un monte palpable y que ardía en fuego, y a oscuridad, y tinieblas, y al torbellino,19 y al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual, los que la oyeron rogaron que no se les hablara más,20 porque no soportaban lo que se ordenaba: Aun si una bestia toca el monte será apedreada.21 Y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy aterrado y temblando.22 Sino que os habéis acercado al monte Sión, y a la ciudad del Dios vivo: a Jerusalem la celestial, y a las miríadas de ángeles,23 a la iglesia de los primogénitos inscritos en los cielos, a Dios, Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos,24 y a Jesús, mediador del nuevo pacto, y a la sangre de rociamiento que habla mejor que la de Abel.25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si volvemos la espalda al que nos habla desde los cielos;26 cuya voz sacudió la tierra en ese tiempo, pero ahora ha prometido, diciendo: Una vez más, Yo conmoveré no sólo la tierra, sino también el cielo.27 Y este: Una vez más, indica la remoción de las cosas movibles, como criaturas que son, para que permanezcan las inconmovibles.28 Por lo cual, recibiendo un reino inconmovible, mantengamos la gracia, mediante la cual sirvamos a Dios de manera aceptable, con reverencia y temor,29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.

Hebreos 12

Nueva Versión Internacional (Castellano)

de Biblica
1 Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.2 Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.3 Así pues, considerad a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no os canséis ni perdáis el ánimo.4 En la lucha que libráis contra el pecado, todavía no habéis tenido que resistir hasta derramar vuestra sangre.5 Y ya habéis olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se os dirigen: «Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda,6 porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo». (Pr 3:11; Pr 3:12)7 Lo que soportáis es para vuestra disciplina, pues Dios os está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina?8 Si a vosotros se os deja sin la disciplina que todos reciben, entonces sois bastardos y no hijos legítimos.9 Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos?10 En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad.11 Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.12 Por tanto, renovad las fuerzas de vuestras manos cansadas y de vuestras rodillas debilitadas.13 «Haced sendas derechas para vuestros pies», para que la pierna coja no se disloque, sino que se sane. (Pr 4:26)14 Buscad la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.15 Aseguraos de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos;16 y de que nadie sea inmoral ni profano como Esaú, quien por un solo plato de comida vendió sus derechos de hijo mayor.[1]17 Después, como ya sabéis, cuando quiso heredar esa bendición, fue rechazado: No se le dio lugar para el arrepentimiento, aunque con lágrimas buscó la bendición.18 No os habéis acercado a una montaña que se pueda tocar o que esté ardiendo en fuego; ni a oscuridad, tinieblas y tormenta;19 ni a sonido de trompeta, ni a tal clamor de palabras que quienes lo oyeron suplicaron que no se les hablara más,20 porque no podían soportar esta orden: «¡Será apedreado todo el que toque la montaña, aunque sea un animal!» (Ex 19:12; Ex 19:13)21 Tan terrible era este espectáculo que Moisés dijo: «Estoy temblando de miedo». (Dt 9:19)22 Por el contrario, os habéis acercado al monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente. Os habéis acercado a millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa,23 a la iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo. Os habéis acercado a Dios, el juez de todos; a los espíritus de los justos que han llegado a la perfección;24 a Jesús, el mediador de un nuevo pacto; y a la sangre rociada, que habla con más fuerza que la de Abel.25 Tened cuidado de no rechazar al que habla, pues, si no escaparon aquellos que rechazaron al que los amonestaba en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si le volvemos la espalda al que nos amonesta desde el cielo.26 En aquella ocasión, su voz conmovió la tierra, pero ahora ha prometido: «Una vez más haré que se estremezca no solo la tierra, sino también el cielo». (Hag 2:6)27 La frase«una vez más» indica la transformación[2] de las cosas movibles, es decir, las creadas, para que permanezca lo inconmovible.28 Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente,29 porque nuestro«Dios es fuego consumidor». (Dt 4:24)