1Este es el mensaje que el SEÑOR le dio a Joel, hijo de Petuel.
La invasión de langostas
2¡Escuchen, sabios consejeros de Israel! ¡Escuchen, todos sus habitantes! En toda su vida, sí, en toda su historia, ¿ha sucedido algo semejante a lo que les voy a contar?3Esto que va a suceder ustedes se lo contarán a sus hijos y ellos, a su vez, se lo contarán a sus propios hijos, de modo que la historia se irá contando de una generación a otra.4¡Todos los cultivos fueron devorados por las plagas! Primero vinieron las orugas y se comieron una parte. Luego vinieron las langostas y acabaron con otra parte. Después de estas vinieron sucesivamente pulgones y saltamontes y se comieron lo poco que quedaba.5¡Despierten y lloren ustedes, borrachos, pues no hay uvas para preparar el vino! ¡Les quitarán hasta el mosto que tengan en la boca!6¡Un inmenso ejército los invade! Es un ejército terrible, demasiado numeroso como para poder ser contado, ¡es tan terrible y destructor que parece tener dientes y garras como los de los leones!7Han arruinado mis viñedos y desgajado las higueras. ¡Las han derribado y pelado por completo!8Llora, como llora desconsolada una joven novia porque han matado a su prometido.9Ya no hay cereales ni vino para llevar como ofrenda al templo del SEÑOR. Por eso están de luto los sacerdotes que sirven al SEÑOR, quienes ministran en su templo.10Los campos están secos, la tierra está vacía. Se perdió la cosecha del trigo, ya no hay vino y se acabó el aceite.11¡Lloren, labradores! ¡Sollocen, viñadores! ¡Pues se perdieron las cosechas del trigo y la cebada!12Las vides están muertas; las higueras se están muriendo; los granados están secos, lo mismo que las palmeras y los manzanos. ¡Todos los árboles del campo se murieron! Por eso la alegría se ha ido de la gente.
Llamado al arrepentimiento
13¡Sacerdotes, vístanse de luto, lloren ustedes que ministran en el altar! Vengan, ministros de Dios, y pasen la noche sobre ceniza y con ropas ásperas en señal de profunda tristeza, porque en el templo de su Dios no hay ofrendas de cereales ni de vino.14Anuncien un ayuno general; llamen a todo el pueblo a una reunión. Reúnan a los jefes y a todo el pueblo dentro del templo del SEÑOR su Dios, para que le pidan ayuda al SEÑOR.15¡Ay, que ya viene el terrible día del SEÑOR! ¡La anunciada destrucción de parte del Todopoderoso ya se aproxima!16Nuestro sustento desaparecerá delante de nuestros ojos; todo gozo y alegría habrá terminado en el templo de nuestro Dios.17La semilla se pudre en el suelo; los pajares y graneros están vacíos porque la cosecha se perdió.18¡El ganado muge por el hambre! ¡Los bueyes corren como locos, porque no tienen pasto! ¡También las ovejas están sufriendo!19¡SEÑOR, ayúdanos, pues el fuego ha devorado los pastos, las llamas han quemado todos los árboles!20Aun los animales salvajes claman a ti por ayuda, porque se secaron los riachuelos y los pastizales se marchitaron.
Joel 1
Nueva Versión Internacional (Castellano)
1Esta es la palabra del SEÑOR, que vino a Joel hijo de Petuel.
La invasión de langostas
2¡Oíd esto, ancianos del pueblo! ¡Prestad atención, habitantes todos del país! ¿Alguna vez sucedió cosa semejante en vuestros tiempos o en los de vuestros antepasados?3Contádselo a vuestros hijos, y que ellos se lo cuenten a los suyos, y estos a la siguiente generación.4Lo que dejaron las langostas grandes lo devoraron las langostas pequeñas; lo que dejaron las langostas pequeñas se lo comieron las larvas; y lo que dejaron las larvas se lo comieron las orugas.[1] (Joe 2,25)5¡Despertad, borrachos, y llorad! Gemid, todos los entregados al vino, porque el vino dulce os fue arrebatado de los labios.6Una nación poderosa e innumerable ha invadido mi país: tiene dientes de león, colmillos de leona.7Asoló mis vides, desgajó mis higueras. Las peló hasta dejar blancas sus ramas; ¡las derribó por completo!8Mi pueblo gime como virgen vestida de luto por la muerte de su prometido.9Las ofrendas de cereales y las libaciones no se ofrecen ya en la casa del SEÑOR. Hacen duelo los sacerdotes, los ministros del SEÑOR.10Los campos yacen devastados, reseca está la tierra; han sido arrasados los cereales, se ha secado el vino nuevo y agotado el aceite.11Secaos también vosotros, labradores; gemid, viñadores, por el trigo y la cebada, porque se ha perdido la cosecha de los campos.12La vid se marchitó; languideció la higuera; se marchitaron los granados, las palmeras, los manzanos, ¡todos los árboles del campo! ¡Y hasta la alegría de la gente acabó por marchitarse!
Llamado al arrepentimiento
13Vestíos de duelo y gemid, sacerdotes; lamentaos, ministros del altar. Venid, ministros de mi Dios, y pasad la noche vestidos de luto, porque las ofrendas de cereales y las libaciones han sido suspendidas en la casa de vuestro Dios.14Proclamad ayuno, convocad una asamblea solemne. Reunid a los ancianos del pueblo en la casa del SEÑOR vuestro Dios; reunid a todos los habitantes del país, y clamad al SEÑOR.15¡Ay de aquel día, el día del SEÑOR, que ya se aproxima! Vendrá como devastación de parte del Todopoderoso.16¿No se nos arrebató el alimento ante nuestros propios ojos, y la alegría y el regocijo de la casa de nuestro Dios?17La semilla se pudrió a pesar de haber sido cultivada.[2] Los silos están en ruinas y los graneros, derribados porque la cosecha se perdió.18¡Cómo brama el ganado! Vagan sin rumbo las vacas porque no tienen donde pastar, y sufren también las ovejas.19A ti clamo, SEÑOR, porque el fuego ha devorado los pastizales de la estepa; las llamas han consumido todos los árboles silvestres.20Aun los animales del campo te buscan con ansiedad, porque se han secado los arroyos y el fuego ha devorado los pastizales de la estepa.