Lukas 5 | Nueva Biblia Viva Schlachter 2000

Lukas 5 | Nueva Biblia Viva

Llamamiento de los primeros discípulos

1 Un día, Jesús estaba a la orilla del lago de Genesaret y la gente lo apretujaba para oír el mensaje de Dios. 2 Entonces vio dos barcas que estaban en la playa. Los pescadores las habían dejado allí mientras lavaban sus redes. 3 Él subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó y desde la barca le enseñaba a la gente. 4 Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: ―Lleva la barca adonde el agua está más profunda y allí echa tus redes para pescar. 5 Simón le respondió: ―Maestro, toda la noche hemos trabajado sin descanso y no hemos pescado nada. Pero, puesto que tú me lo mandas, voy a echar las redes. 6 Ellos hicieron lo que él les dijo, y recogieron tantos peces que las redes se les rompían. 7 Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron, y llenaron tanto las dos barcas que se empezaron a hundir. 8 Cuando Simón Pedro vio esto, cayó de rodillas ante Jesús y le dijo: ―¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador! 9 Es que él y sus demás compañeros estaban asombrados por la gran pesca que habían hecho. 10 También estaban asombrados Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, socio de Simón. Jesús le dijo a Simón: ―No tengas miedo, de ahora en adelante serás pescador de seres humanos. 11 Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y siguieron a Jesús.

Jesús sana a un leproso

12 Un día que Jesús estaba en un pueblo, se presentó un hombre enfermo de lepra. Al ver a Jesús, se inclinó hasta tocar con su rostro el suelo y le suplicó: ―Señor, si quieres, puedes sanarme. 13 Jesús extendió la mano, tocó al hombre y le dijo: ―Sí quiero. ¡Queda sano! Y en ese momento se le quitó la lepra. 14 Jesús le ordenó: ―No se lo digas a nadie. Ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda de purificación que Moisés ordenó, para que les sirva de testimonio. 15 Sin embargo, Jesús se hacía cada vez más famoso, y mucha gente iba para oírlo y para que la sanara de sus enfermedades. 16 Pero él con frecuencia se apartaba a lugares solitarios para orar.

Jesús sana a un paralítico

17 Un día que enseñaba, estaban sentados por allí algunos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y hasta de Jerusalén. Jesús mostraba el poder del Señor sanando a los enfermos. 18 Entonces llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico. Ellos querían entrar para ponerlo delante de Jesús, 19 pero no podían porque había allí mucha gente. Así que subieron al techo e hicieron un hueco entre las tejas, y bajaron al paralítico en la camilla en medio de la gente, hasta ponerlo frente a Jesús. 20 Cuando vio la fe de ellos, Jesús le dijo al que estaba postrado: ―Amigo, tus pecados quedan perdonados. 21 Los fariseos y los maestros de la ley comenzaron a pensar: «¿Quién se cree este, que dice blasfemias? Sólo Dios puede perdonar pecados». 22 Pero Jesús sabía lo que estaban pensando y les dijo: ―¿Por qué piensan así? 23 ¿Qué es más fácil, decirle que sus pecados están perdonados o que se puede levantar y andar? 24 Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados. Entonces se dirigió al paralítico y le dijo: ―Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. 25 En ese mismo instante, ante los ojos de todos, el hombre tomó la camilla en la que había estado acostado y se fue a su casa alabando a Dios. 26 Todos quedaron asombrados y comenzaron también a alabar a Dios. Y llenos de temor, decían: ―Hoy hemos visto cosas maravillosas.

Llamamiento de Leví

27 Después de esto salió Jesús y vio a un hombre llamado Leví que era recaudador de impuestos. Estaba sentado a la mesa donde cobraba. Jesús le dijo: ―Sígueme. 28 Leví se levantó, dejó todo y lo siguió. 29 Luego Leví le ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. También invitó a muchos de los recaudadores de impuestos y a otras personas. 30 Los fariseos y los maestros de la ley que pertenecían a su mismo grupo, se molestaron con los discípulos de Jesús y les dijeron: ¿Por qué comen y beben ustedes con recaudadores de impuestos y con pecadores? 31 Jesús les contestó: ―Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. 32 Yo no he venido a llamar a los justos para que se arrepientan, sino a los pecadores.

Le preguntan a Jesús sobre el ayuno

33 Algunos le dijeron a Jesús: ―Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan y oran mucho, pero los tuyos se la pasan comiendo y bebiendo. 34 Jesús les respondió: —¿Acaso pueden ustedes hacer que los invitados a una boda ayunen mientras el novio está con ellos? 35 Va llegar el día en que les quiten al novio y entonces sí ayunarán. 36 Y les contó esta parábola: ―Nadie le corta un pedazo de tela a un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. Si lo hace, echa a perder el vestido nuevo, y el retazo nuevo no se verá bien en el vestido viejo. 37 Tampoco nadie echa vino nuevo en odres viejos. Si lo hace, el vino nuevo hará que revienten los odres, el vino se derramará y los odres se echarán a perder. 38 Por eso, el vino nuevo se debe echar en odres nuevos. 39 Y cuando alguien probó el vino viejo, ya no quiere beber el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor”.

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Schlachter 2000

Der wunderbare Fischzug. Die Berufung der ersten Jünger

1 Es begab sich aber, als die Menge sich zu ihm drängte, um das Wort Gottes zu hören, dass er am See Genezareth stand; 2 und er sah zwei Schiffe am Ufer liegen; die Fischer aber waren aus ihnen ausgestiegen und wuschen die Netze. 3 Da stieg er in eines der Schiffe, das Simon gehörte, und bat ihn, ein wenig vom Land wegzufahren; und er setzte sich und lehrte die Volksmenge vom Schiff aus. 4 Als er aber zu reden aufgehört hatte, sprach er zu Simon: Fahre hinaus auf die Tiefe, und lasst eure Netze zu einem Fang hinunter! 5 Und Simon antwortete und sprach zu ihm: Meister, wir haben die ganze Nacht hindurch gearbeitet und nichts gefangen; aber auf dein Wort will ich das Netz auswerfen! 6 Und als sie das getan hatten, fingen sie eine große Menge Fische; und ihr Netz begann zu reißen. 7 Da winkten sie den Gefährten, die im anderen Schiff waren, dass sie kommen und ihnen helfen sollten; und sie kamen und füllten beide Schiffe, sodass sie zu sinken begannen. 8 Als aber Simon Petrus das sah, fiel er zu den Knien Jesu nieder und sprach: Herr, gehe von mir hinweg, denn ich bin ein sündiger Mensch! 9 Denn ein Schrecken überkam ihn und alle, die bei ihm waren, wegen des Fischzuges, den sie gemacht hatten; 10 gleicherweise auch Jakobus und Johannes, die Söhne des Zebedäus, die Simons Teilhaber waren. Und Jesus sprach zu Simon: Fürchte dich nicht; von nun an sollst du Menschen fangen! 11 Und sie brachten die Schiffe ans Land, verließen alles und folgten ihm nach.

Die Heilung eines Aussätzigen

12 Und es begab sich, als er in einer der Städte war, siehe, da war ein Mann voll Aussatz. Und als er Jesus sah, fiel er auf sein Angesicht, bat ihn und sprach: Herr, wenn du willst, so kannst du mich reinigen! 13 Da streckte er die Hand aus, rührte ihn an und sprach: Ich will; sei gereinigt! Und sogleich wich der Aussatz von ihm. 14 Und er befahl ihm, es niemand zu sagen: Geh vielmehr hin, zeige dich dem Priester und opfere für deine Reinigung, wie Mose befohlen hat, ihnen zum Zeugnis! 15 Aber die Nachricht von ihm breitete sich desto mehr aus; und große Volksmengen kamen zusammen, um ihn zu hören und durch ihn von ihren Krankheiten geheilt zu werden. 16 Er aber hielt sich zurückgezogen an einsamen Orten auf und betete.

Die Heilung eines Gelähmten

17 Und es begab sich an einem Tag, dass er lehrte; und es saßen Pharisäer da und Gesetzeslehrer, die aus allen Dörfern von Galiläa und Judäa und von Jerusalem gekommen waren; und die Kraft des Herrn war da, um sie zu heilen. 18 Und siehe, Männer trugen auf einer Liegematte einen Menschen, der gelähmt war; und sie versuchten ihn hineinzubringen und vor ihn zu legen. 19 Und da sie wegen der Menge keine Möglichkeit fanden, ihn hineinzubringen, stiegen sie auf das Dach und ließen ihn mit der Liegematte durch die Ziegel hinunter in die Mitte vor Jesus. 20 Und als er ihren Glauben sah, sprach er zu ihm: Mensch, deine Sünden sind dir vergeben! 21 Und die Schriftgelehrten und Pharisäer fingen an, sich Gedanken zu machen, und sprachen: Wer ist dieser, der solche Lästerungen ausspricht? Wer kann Sünden vergeben als nur Gott allein? 22 Da aber Jesus ihre Gedanken erkannte, antwortete er und sprach zu ihnen: Was denkt ihr in euren Herzen? 23 Was ist leichter, zu sagen: Deine Sünden sind dir vergeben!, oder zu sagen: Steh auf und geh umher? 24 Damit ihr aber wisst, dass der Sohn des Menschen* Vollmacht hat, auf Erden Sünden zu vergeben — sprach er zu dem Gelähmten: Ich sage dir, steh auf, nimm deine Liegematte und geh heim! 25 Und sofort stand er auf vor ihren Augen, nahm sein Lager, ging heim und pries Gott. 26 Da gerieten alle außer sich vor Staunen, und sie priesen Gott und wurden voll Furcht und sprachen: Wir haben heute Unglaubliches gesehen!

Die Berufung des Levi

27 Danach ging er hinaus und sah einen Zöllner namens Levi an der Zollstätte sitzen und sprach zu ihm: Folge mir nach! 28 Und er verließ alles, stand auf und folgte ihm nach. 29 Und Levi bereitete ihm ein großes Mahl in seinem Haus; und es saß eine große Schar von Zöllnern und anderen, die es mit ihnen hielten, bei Tisch. 30 Und die Schriftgelehrten unter ihnen und die Pharisäer murrten gegen seine Jünger und sprachen: Warum esst und trinkt ihr mit Zöllnern und Sündern? 31 Und Jesus antwortete und sprach zu ihnen: Nicht die Gesunden brauchen den Arzt, sondern die Kranken. 32 Ich bin nicht gekommen, Gerechte zu berufen, sondern Sünder zur Buße.

Vom Fasten. Gleichnisse vom neuen Flicken und vom neuen Wein

33 Sie aber sprachen zu ihm: Warum fasten die Jünger des Johannes so oft und verrichten Gebete, ebenso auch die der Pharisäer; die Deinigen aber essen und trinken? 34 Und er sprach zu ihnen: Könnt ihr die Hochzeitsgäste etwa fasten lassen, solange der Bräutigam bei ihnen ist? 35 Es werden aber Tage kommen, da der Bräutigam von ihnen genommen sein wird; dann werden sie fasten in jenen Tagen. 36 Er sagte aber auch ein Gleichnis zu ihnen: Niemand setzt einen Lappen von einem neuen Kleid auf ein altes Kleid; denn sonst zerreißt er auch das neue, und der Lappen vom neuen passt nicht zu dem alten. 37 Und niemand füllt neuen Wein in alte Schläuche; denn sonst wird der neue Wein die Schläuche zerreißen, und er wird verschüttet, und die Schläuche verderben; 38 sondern neuer Wein soll in neue Schläuche gefüllt werden, so bleiben beide miteinander erhalten. 39 Und niemand, der alten trinkt, will sogleich neuen; denn er spricht: Der alte ist besser!