Matthäus 16 | La Biblia Textual Nueva Versión Internacional (Castellano)

Matthäus 16 | La Biblia Textual

Demanda de una señal

1 Se acercaron los fariseos y saduceos para tentarlo, y le pidieron que les mostrara una señal del cielo. 2 Pero Él, respondiendo, les dijo: 4 Esta generación perversa y adúltera demanda una señal milagrosa, pero no le será dada otra señal que la señal de Jonás. Y dejándolos, se retiró.

Levadura de fariseos y saduceos

5 Cuando llegaron a la otra orilla, los discípulos habían olvidado llevar panes. 6 Jesús les dijo: Cuidaos y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. 7 Ellos entonces razonaban entre sí, diciendo: Es porque no trajimos panes. 8 Sabiéndolo Jesús, dijo: ¿Qué estáis hablando entre vosotros, oh faltos de fe, de que no tenéis panes? 9 ¿No entendéis aún? ¿No recordáis los cinco panes de los cinco mil, y cuántos cestos recogisteis? 10 ¿Ni los siete panes de los cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis? 11 ¿No entendéis que no os hablo acerca de panes, sino de guardaros de la levadura de los fariseos y saduceos? 12 Entonces entendieron que no les decía que se guardaran de la levadura de los panes, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos.

Confesión de Pedro

13 Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntaba a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14 Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista, y otros Elías, y otros Jeremías, o uno de los profetas. 15 Les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo? 16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente. 17 Respondió Jesús y le dijo: Bienaventurado eres Simón bar Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19 Te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que prohíbas en la tierra habrá sido prohibido en los cielos, y todo lo que permitas en la tierra habrá sido permitido en los cielos. 20 Entonces advirtió a los discípulos que a nadie dijeran que Él es el Mesías.

Su muerte y resurrección (primera predicción)

21 Desde entonces Jesús comenzó a declarar a sus discípulos que debía ir a Jerusalem y padecer mucho de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y ser resucitado al tercer día. 22 Pero Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo: Señor, ten compasión de ti. De ningún modo te suceda esto. 23 Entonces Él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Apártate de mi vista, Satanás! Me eres tropiezo, pues no piensas lo de Dios sino lo de los hombres. 24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. 26 Pues, ¿qué provecho sacará el hombre si gana todo el mundo, pero malogra su alma? O, ¿qué dará el hombre a cambio de su alma? 27 Porque el Hijo del Hombre está al venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta.

La transfiguración

28 De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que de ningún modo gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

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Nueva Versión Internacional (Castellano)

Le piden a Jesús una señal

1 Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y, para ponerlo a prueba, le pidieron que les mostrara una señal del cielo. 2 Les contestó:* «Al atardecer, decís que hará buen tiempo porque el cielo está rojizo, 3 y por la mañana, que habrá tempestad porque el cielo está nublado y amenazante.* Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no así las señales de los tiempos. 4 Esta generación malvada y adúltera busca una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la de Jonás». Entonces Jesús los dejó y se fue.

La levadura de los fariseos y de los saduceos

5 Cruzaron el lago, pero a los discípulos se les había olvidado llevar pan. 6 ―Tened cuidado —les advirtió Jesús—; evitad la levadura de los fariseos y de los saduceos. 7 Ellos comentaban entre sí: «Lo dice porque no trajimos pan». 8 Al darse cuenta de esto, Jesús les recriminó: ―Hombres de poca fe, ¿por qué estáis hablando acerca de que no tenéis pan? 9 ¿Aún no entendéis? ¿No recordáis los cinco panes para los cinco mil, y el número de canastas que recogisteis? 10 ¿Ni los siete panes para los cuatro mil, y el número de cestas que recogisteis? 11 ¿Cómo es que no entendéis que no hablaba del pan, sino de tener cuidado de la levadura de fariseos y saduceos?

La confesión de Pedro

12 Entonces comprendieron que no les decía que se cuidaran de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y de los saduceos. 13 Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ―¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Le respondieron: 14 ―Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que Jeremías o uno de los profetas. 15 ―Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16 ―Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro. 17 ―Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ningún mortal,* sino mi Padre que está en el cielo. 18 Yo te digo que tú eres Pedro,* y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte* no prevalecerán contra ella. 19 Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

Jesús predice su muerte

20 Entonces les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo. 21 Desde entonces comenzó Jesús a advertir a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la ley, y que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara. 22 Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo: ―¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás! 23 Jesús se volvió y le dijo a Pedro: ―¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. 24 Luego dijo Jesús a sus discípulos: ―Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. 25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. 26 ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida? 27 Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada persona según lo que haya hecho. 28 Os aseguro que algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte sin antes haber visto al Hijo del hombre llegar en su reino.