1Nach dem Essen gingen die Brüder in ihre Unterkunft. Als sie fort waren, sagte Josef zu seinem Hausverwalter: »Füll jeden Sack mit so viel Getreide, wie sie tragen können. Dann leg heimlich bei jedem das Geld wieder hinein.2Meinen silbernen Becher verstau in Benjamins Sack, zusammen mit seinem Geld!« Der Verwalter führte den Befehl aus.3Früh am nächsten Morgen ließ man die Brüder mit ihren voll bepackten Eseln wieder abreisen.4Sie hatten gerade erst die Stadt verlassen, da befahl Josef seinem Hausverwalter: »Schnell, jag den Männern hinterher! Wenn du sie eingeholt hast, frag sie: ›Warum habt ihr dieses Unrecht begangen, obwohl ihr so gut behandelt worden seid?5Warum habt ihr den silbernen Trinkbecher meines Herrn gestohlen, mit dessen Hilfe er die Zukunft voraussagt? Das ist ein Verbrechen!‹«6Der Verwalter eilte den Brüdern nach, und als er sie erreicht hatte, wiederholte er die Worte seines Herrn.7»Warum beschuldigst du uns so schwer?«, fragten sie ungläubig. »Niemals würden wir das tun!8Du weißt doch, dass wir das Geld zurückgebracht haben, das wir nach unserer ersten Reise in den Säcken fanden. Warum sollten wir jetzt Silber oder Gold aus dem Palast deines Herrn stehlen?9Wenn du bei einem von uns den Becher findest, dann soll er sterben! Und wir anderen werden für immer deinem Herrn als Sklaven dienen!«10»Gut«, erwiderte der Verwalter, »aber nur der soll ein Sklave werden, bei dem der Becher gefunden wird, die anderen sind frei.«11Hastig stellte jeder seinen Sack auf die Erde und öffnete ihn.12Der Verwalter durchsuchte alle Säcke sorgfältig, er ging der Reihe nach vom Ältesten bis zum Jüngsten, und schließlich fand er den Becher bei Benjamin.13Da zerrissen die Brüder ihre Kleider vor Verzweiflung, beluden ihre Esel und kehrten in die Stadt zurück.14Josef war noch in seinem Palast, als Juda und seine Brüder dort ankamen. Sie warfen sich vor ihm nieder.15»Warum habt ihr das versucht?«, stellte Josef sie zur Rede. »Ihr hättet wissen müssen, dass ein Mann wie ich so etwas durchschaut!«16Juda antwortete: »Was sollen wir jetzt noch zu unserer Verteidigung vorbringen? Es gibt nichts, womit wir uns rechtfertigen könnten. Gott hat eine Schuld von uns bestraft. Darum sind wir alle deine Sklaven – nicht nur der, bei dem dein Becher gefunden wurde!«17»Nein, auf keinen Fall!«, entgegnete Josef. »Nur der ist mein Sklave, der den Becher gestohlen hat, ihr anderen seid frei und könnt unbehelligt zu eurem Vater zurückkehren!«18Da trat Juda vor und sagte: »Herr, bitte höre mich an! Ich weiß, dass man dir nicht widersprechen darf, weil du der Stellvertreter des Pharaos bist. Bitte werde nicht zornig, wenn ich es trotzdem wage!19Herr, du hattest uns gefragt, ob wir noch einen Vater oder einen anderen Bruder haben.20Wir antworteten: ›Wir haben einen alten Vater und einen Bruder, der ihm noch im hohen Alter geboren wurde. Er ist der Jüngste von uns. Sein Bruder ist gestorben. Ihre Mutter war die Lieblingsfrau unseres Vaters und hatte nur diese zwei Söhne. Darum liebt unser Vater den Jüngsten besonders!‹21Da hast du von uns verlangt, ihn herzubringen, um ihn mit eigenen Augen zu sehen.22Wir entgegneten: ›Herr, sein Vater würde sterben, wenn er ihn verließe!‹23Du gingst nicht darauf ein und sagtest: ›Ohne ihn dürft ihr euch nicht mehr hier sehen lassen!‹24Wir kehrten zu unserem Vater zurück und erzählten ihm alles.25Als er uns einige Zeit später aufforderte, wieder Getreide zu kaufen,26antworteten wir: ›Das geht nur, wenn du unseren jüngsten Bruder mitkommen lässt. Sonst können wir dem ägyptischen Herrscher nicht unter die Augen treten!‹27Da sagte mein Vater zu uns: ›Ihr wisst doch, dass meine Lieblingsfrau nur zwei Söhne bekommen hat.28Der eine ist verschwunden – ich habe ihn nie wieder gesehen. Sicher hat ein wildes Tier ihn zerrissen!29Jetzt wollt ihr mir den anderen auch noch wegnehmen. Wenn ihm etwas zustößt, bringt ihr mich ins Grab!‹30Darum, Herr«, fuhr Juda fort, »wenn wir jetzt zu unserem Vater kommen ohne den Jungen, an dem er so hängt,31dann wird er vor Kummer sterben – und wir sind schuld daran!32Herr, ich habe bei meinem Vater die volle Verantwortung für den Jungen übernommen und gesagt: ›Wenn ich ihn dir nicht gesund zurückbringe, will ich mein Leben lang die Schuld dafür tragen!‹33Darum bitte ich dich, Herr: Lass mich an seiner Stelle als dein Sklave hierbleiben und lass ihn mit seinen Brüdern zurückziehen!34Wie soll ich denn ohne den Jungen meinem Vater begegnen? Ich könnte seinen Schmerz nicht mit ansehen!«
La Biblia Textual
La copa de José
1Luego él ordenó al que estaba a cargo de su casa, diciendo: Llena de comida los costales de estos hombres, tanto como puedan llevar, y coloca la plata de cada uno en la boca de su costal.2Y coloca mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con la plata de su grano. E hizo conforme a la palabra que había hablado José.3Cuando rayó el alba, fueron despedidos aquellos varones, ellos y sus asnos.4Salieron ellos de la ciudad, y no se habían alejado, cuando José dijo al que estaba a cargo de su casa: Levántate y persigue a esos hombres, y cuando los alcances, diles: ¿Por qué habéis pagado mal por bien?5¿No es ésta en la cual bebe mi señor, y con lo que suele adivinar? Habéis obrado mal en lo que hicisteis.6Así, los alcanzó y les habló estas palabras.7Y ellos le dijeron: ¿Por qué habla mi señor tales cosas? ¡Lejos sea de tus siervos hacer cosa semejante!8He aquí, la plata que hallamos en la boca de nuestros costales, te la volvimos a traer desde la tierra de Canaán, ¿cómo, pues, hurtaríamos de la casa de tu señor plata u oro?9Aquel de tus siervos en quien sea hallada, que muera, y nosotros también seremos esclavos de mi señor.10Y él dijo: Sea ahora conforme a vuestras palabras, aquél en quien se halle llegará a ser mi esclavo, y vosotros seréis inocentes.11Y se apresuraron, y bajando cada uno su costal a tierra, cada cual abrió su costal.12Él, pues, comenzó a registrar por el mayor y terminó con el menor, y la copa fue hallada en el costal de Benjamín.13Entonces ellos se rasgaron las vestiduras, y cada uno cargó su asno y regresaron a la ciudad.14Y llegaron Judá y sus hermanos a casa de José, y él estaba aún allí, y cayeron a tierra ante él.15Y José les dijo: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo es capaz de adivinar?16Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos? ¿Cómo nos justificaremos? ’Elohim ha descubierto la iniquidad de tus siervos. He aquí, somos esclavos de mi señor, nosotros, y también aquél en cuya mano fue hallada la copa.17Pero él dijo: Lejos de mí el hacer esto, el hombre en cuya mano fue hallada la copa, él será mi esclavo. Vosotros subid en paz a vuestro padre.18Entonces Judá se acercó a él, y dijo: ¡Ay, señor mío! Te ruego que hable tu siervo una palabra a oídos de mi señor, y no se encienda tu ira contra tu siervo, porque tú eres como el mismo Faraón.19Mi señor ha preguntado a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis padre o hermano?20Y nosotros dijimos a mi señor: Tenemos un padre anciano, y un muchacho pequeño que le nació en su vejez, pues su hermano murió, sólo él quedó de su madre, y su padre lo ama.21Y dijiste a tus siervos: Hacedlo bajar para que lo vea.22Entonces nosotros dijimos a mi señor: El muchacho no puede abandonar a su padre, porque si lo abandonara, su padre moriría.23Y dijiste a tus siervos: Si vuestro hermano menor no baja con vosotros, no veréis más mi rostro.24Y aconteció que cuando subimos adonde mi padre, tu siervo, le referimos las palabras de mi señor.25Y nuestro padre dijo: Volved a comprar para nosotros un poco de alimento.26Pero nosotros dijimos: No podemos bajar. Si nuestro hermano menor va con nosotros, bajaremos, porque no podremos ver el rostro de aquel hombre si no está con nosotros nuestro hermano menor.27Entonces tu siervo, mi padre, nos dijo: Vosotros mismos sabéis que mi mujer me dio a luz dos.28El uno salió de mi lado, y dije: Ciertamente fue despedazado. Y hasta ahora no lo he vuelto a ver.29Y si tomáis también a éste de mi presencia y le sucede alguna desgracia, haréis descender mis canas con maldad al Seol.30Y ahora, cuando llegue a tu siervo, mi padre, y el muchacho no esté con nosotros, como su alma está ligada al alma de él,31sucederá que cuando vea que el muchacho no está, morirá, y tus siervos habrán hecho descender con dolor al Seol las canas de tu siervo, nuestro padre.32Porque yo, tu siervo, he quedado como fiador del muchacho ante mi padre, diciendo: Si no te lo traigo, sea pecador ante mi padre todos los días.33Y ahora, te ruego que tu siervo quede en lugar del joven por esclavo de mi señor, y el joven suba con sus hermanos.34Porque ¿cómo subiré yo hasta mi padre si el joven no está conmigo? ¡No vea el mal que le sobrevendrá a mi padre!
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