Psalm 102,18 | La Biblia Textual

Psalm 102,18 | La Biblia Textual

Oración de un afligido que desmaya, y en presencia de YHVH derrama su querella.

1 ¡Oh YHVH, escucha mi oración, Y llegue a ti mi clamor! 2 ¡No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia! ¡Inclina a mí tu oído! ¡Respóndeme pronto el día en que te invoco! 3 Porque los días se desvanecen como humo Y mis huesos arden como leña seca. 4 Mi corazón herido se agosta como la hierba, Y aun de comer mi pan me olvido. 5 Al son de mis gemidos La piel se me pega a los huesos. 6 Soy semejante a la lechuza del desierto, He venido a ser como un búho de las soledades. 7 Estoy desvelado, y me siento como pájaro sin pareja en el tejado. 8 Mis enemigos me afrentan cada día, Mis escarnecedores me maldicen. 9 He comido, pues, cenizas como pan, Y he mezclado con lágrimas mi bebida, 10 A causa de tu indignación y de tu ira, Porque me alzaste en vilo y me arrojaste. 11 Mis días son una sombra que se alarga, Y me voy secando como la hierba. 12 Tú en cambio, oh YHVH, permaneces para siempre, Tu Nombre pasa de generación en en generación. 13 Te levantarás y tendrás compasión de Sión, Porque es el momento de tener misericordia de ella, Porque ha llegado el tiempo señalado, 14 Porque tus siervos aman sus piedras, Y miran con afecto hasta su mismo polvo. 15 Así las naciones temerán el nombre de YHVH, Y todos los reyes de la tierra tu gloria. 16 Porque YHVH habrá reedificado a Sión, Habrá aparecido en su gloria, 17 Habrá vuelto el rostro a la oración de los desamparados, Pues no habrá despreciado su ruego. 18 Esto será escrito para la postrera generación, Para que un pueblo aún por crear alabe a YH, 19 Que se asomó desde su excelso Santuario. Desde los cielos YHVH se fijó en la tierra, 20 Para oír el lamento del cautivo, Para libertar a los condenados a muerte. 21 Así se pregonará en Sión la fama de YHVH, Y su alabanza en Jerusalem, 22 Cuando los pueblos y los reinos sean congregados a una, Para servir a YHVH. 23 Él agotó mi fuerza en el camino, Acortó mis días. 24 Digo: ¡Dios mío, no me arrebates en la mitad de mis días! Tú, cuyos años se miden por generaciones. 25 Tú desde el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. 26 Ellos ciertamente perecerán, pero Tú permaneces. Todos ellos se desgastarán como una vestidura, Como vestido los cambiarás, y desaparecerán. 27 Pero Tú eres el mismo, Y tus años no se acaban. 28 Los hijos de tus siervos permanecerán, Y su simiente será establecida delante de ti.