Psalm 78,7 | La Biblia Textual Nueva Versión Internacional (Castellano)

Psalm 78,7 | La Biblia Textual

Maskil de Asaf.

1 ¡Escucha, pueblo mío, mi Ley! Inclinad vuestro oído a los dichos de mi boca. 2 Abriré mi boca en proverbios; Declararé enigmas de tiempos antiguos, 3 Los cuales hemos oído y entendido, Que nos relataron nuestros padres. 4 No los encubriremos a sus hijos. Relataremos a la generación venidera las alabanzas de YHVH, Y de su poder y de las maravillas que hizo. 5 Él estableció testimonio en Jacob, Y puso Ley en Israel, La cual mandó a nuestros padres, Que la notificaran a sus hijos, 6 Para que la generación venidera lo supiera, Y los hijos que habrían de nacer, Se levantaran y lo relataran a sus hijos; 7 Para que pusieran en ’Elohim su confianza, Y no se olvidaran de las proezas de Dios, Sino que atesoraran sus mandamientos, 8 Y no fueran como sus padres, Generación contumaz y rebelde, Generación que no dispuso su corazón, Ni su espíritu fue fiel para con ’Elohim. 9 Los hijos de Efraín, arqueros armados, Dieron la espalda en el día de la batalla; 10 No guardaron el pacto de Dios, Y rehusaron andar en su Ley; 11 Se olvidaron de sus proezas, Y de sus maravillas que les había mostrado. 12 Delante de sus padres realizó portentos, En la tierra de Egipto, en el campo de Zoán, 13 Dividió el mar y los hizo pasar, Detuvo las aguas como en un montón; 14 De día los guiaba con nube, Con resplandor de fuego en la noche. 15 Hendió las peñas del desierto, Y les dio a beber raudales sin medida, 16 Hizo brotar arroyos de la peña, Y descender las aguas como ríos. 17 Pero ellos pecaron contra Él, Se rebelaron contra ’Elyón en el desierto, 18 Y en sus corazones tentaron a ’Elohim, Reclamando comida conforme a su avidez. 19 Hablaron contra ’Elohim diciendo: ¿Podrá ’El poner una mesa en el desierto? 20 He aquí, hirió la roca y brotaron aguas y se desbordaron torrentes, Pero, ¿podrá dar pan o disponer carne para su pueblo? 21 Lo oyó YHVH y se indignó: Un fuego se encendió contra Jacob, Y la ira subió contra Israel, 22 Por cuanto no creyeron en ’Elohim, Ni confiaron en su salvación. 23 Con todo, mandó a las nubes desde arriba, Y abrió las puertas de los cielos, 24 Hizo llover sobre ellos maná para comer, Y les dio pan del cielo; 25 Pan de fuertes comió el hombre, Les envió provisión hasta saciarlos. 26 Hizo soplar el solano en los cielos, Y atrayendo el ábrego con su poder, 27 Hizo llover sobre ellos carne como polvo; Como arena del mar aves que vuelan, 28 Las hizo caer en medio del campamento, Alrededor de sus tiendas. 29 Comieron y se hartaron; Les cumplió, pues, su deseo. 30 Pero no habían quitado de sí su anhelo; Aún estaba la comida en su boca, 31 Cuando vino sobre ellos el furor Divino, Que hizo morir a los más fornidos entre ellos, E hizo arrodillar a lo escogido de Israel. 32 Con todo, siguieron pecando, Y no dieron crédito a sus maravillas. 33 Por tanto, consumió sus días en vanidad, Y sus años en disgustos. 34 Cuando los hacía morir, entonces lo buscaban, Se arrepentían, y a ’El solicitaban. 35 Se acordaban que ’Elohim era su Roca, ’El-’Elyón su Redentor. 36 Lo lisonjeaban con su boca, Pero con su lengua le mentían. 37 Pues sus corazones no eran rectos para con Él, Ni eran fieles a su pacto. 38 Pero Él, misericordioso, Hacía expiación por la maldad, y no los destruía. Muchas veces contuvo su ira, Y no despertó todo su enojo. 39 Se acordó de que eran carne, Soplo que va y no vuelve. 40 ¡Cuántas veces lo provocaron en el desierto, Y lo contristaron en el yermo! 41 Luego volvieron a tentar a ’El, Irritaron al Santo de Israel. 42 No se acordaron de su mano, Del día en que los redimió del adversario, 43 Cuando obró en Egipto sus señales, Y sus portentos en la tierra de Zoán. 44 Cuando convirtió sus ríos en sangre, Para que no pudieran beber de sus corrientes. 45 Cuando envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban, Y la rana, que los infectó. 46 Cuando dio a la oruga sus cosechas, Y el fruto de su trabajo a la langosta. 47 Cuando destruyó sus viñas con granizo, Y sus sicómoros con escarcha. 48 Cuando entregó al pedrisco sus vacadas, Y a los rayos sus rebaños. 49 Cuando envió sobre ellos el ardor de su ira, Enojo, indignación y congoja, Tropel de mensajeros de desgracias. 50 Cuando dispuso camino a su ira, Y no eximió sus almas de la muerte, Sino que entregó sus vidas a la pestilencia, 51 E hirió a todos los primogénitos de Egipto, Las primicias de su virilidad en las tiendas de Cam. 52 E hizo salir a su pueblo como ovejas, Y cual rebaño los guió por el desierto. 53 Los condujo con seguridad, y no tuvieron temor, En tanto que el mar cubría a sus enemigos. 54 Los llevó hasta las fronteras de su tierra santa; A este monte que adquirió su diestra. 55 Echó las naciones de delante de ellos, Con cuerda repartió sus tierras en heredad, E hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel. 56 Pero ellos tentaron y provocaron a ’Elyón, Y no guardaron sus testimonios; 57 Se volvieron atrás, Tal como sus padres, fueron desleales; Se desviaron como arco torcido; 58 Lo irritaron con sus lugares altos, Y lo provocaron a celo con sus imágenes de talla. 59 Lo oyó ’Elohim, y se indignó, Y aborreció a Israel en gran manera. 60 Por lo que abandonó el Tabernáculo de Silo, La tienda en que habitaba entre los hombres, 61 Y entregó al cautiverio su poderío, Y su gloria en mano del enemigo. 62 Entregó también su pueblo a la espada, Y se irritó contra su heredad. 63 El fuego devoró a sus jóvenes, Y sus doncellas no tuvieron cánticos nupciales. 64 Sus sacerdotes cayeron a espada, Y sus viudas no hicieron lamentación. 65 Pero entonces, como quien duerme, Como un valiente que se recupera del vino, Despertó Adonay, 66 E hirió a sus adversarios por la espalda, Poniendo sobre ellos afrenta perpetua. 67 Desechó la tienda de José, Y no eligió a la tribu de Efraín, 68 Sino que escogió a la tribu de Judá, Y en el monte de Sión, al cual amaba, 69 Construyó en las alturas su Santuario, Como la tierra, que había cimentado para siempre. 70 Escogió a David, su siervo, A quien sacó de entre los apriscos del rebaño, 71 Lo trajo de detrás de las ovejas, Para que apacentara a Jacob su pueblo, Y a Israel su heredad. 72 Los pastoreó conforme a la integridad de su corazón, Y los guió con la destreza de sus manos.

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Nueva Versión Internacional (Castellano)

Masquil de Asaf.

1 Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; presta oído a las palabras de mi boca. 2 Mis labios pronunciarán parábolas y evocarán misterios de antaño, 3 cosas que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. 4 No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del SEÑOR, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado. 5 Él promulgó un decreto para Jacob, dictó una ley para Israel; ordenó a nuestros antepasados enseñarlos a sus descendientes, 6 para que los conocieran las generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los enseñarían a sus hijos. 7 Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos. 8 Así no serían como sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios. 9 La tribu de Efraín, con sus diestros arqueros, se puso en fuga el día de la batalla. 10 No cumplieron con el pacto de Dios, sino que se negaron a seguir sus enseñanzas. 11 Echaron al olvido sus proezas, las maravillas que les había mostrado, 12 los milagros que hizo a la vista de sus padres en la tierra de Egipto, en la región de Zoán. 13 Partió el mar en dos para que ellos lo cruzaran, mientras mantenía las aguas firmes como un muro. 14 De día los guio con una nube, y toda la noche con luz de fuego. 15 En el desierto partió en dos las rocas, y les dio a beber torrentes de aguas; 16 hizo que brotaran arroyos de la peña y que las aguas fluyeran como ríos. 17 Pero ellos volvieron a pecar contra él; en el desierto se rebelaron contra el Altísimo. 18 Con toda intención pusieron a Dios a prueba, y le exigieron comida a su antojo. 19 Murmuraron contra Dios, y aun dijeron: «¿Podrá Dios prepararnos una mesa en el desierto? 20 Cuando golpeó la roca, el agua brotó en torrentes; pero ¿podrá también darnos de comer?, ¿podrá proveerle carne a su pueblo?» 21 Cuando el SEÑOR oyó esto, se puso muy furioso; su enojo se encendió contra Jacob, su ira ardió contra Israel. 22 Porque no confiaron en Dios, ni creyeron que él los salvaría. 23 Desde lo alto dio una orden a las nubes, y se abrieron las puertas de los cielos. 24 Hizo que les lloviera maná, para que comieran; pan del cielo les dio a comer. 25 Todos ellos comieron pan de ángeles; Dios les envió comida hasta saciarlos. 26 Desató desde el cielo el viento solano, y con su poder levantó el viento del sur. 27 Cual lluvia de polvo, hizo que les lloviera carne; ¡nubes de pájaros, como la arena del mar! 28 Los hizo caer en medio de su campamento y en los alrededores de sus tiendas. 29 Comieron y se hartaron, pues Dios les cumplió su capricho. 30 Pero el capricho no les duró mucho: aún tenían la comida en la boca 31 cuando el enojo de Dios vino sobre ellos: dio muerte a sus hombres más robustos; abatió a la flor y nata de Israel. 32 A pesar de todo, siguieron pecando y no creyeron en sus maravillas. 33 Por tanto, Dios hizo que sus días se esfumaran como un suspiro, que sus años acabaran en medio del terror. 34 Si Dios los castigaba, entonces lo buscaban, y con ansias se volvían de nuevo a él. 35 Se acordaban de que Dios era su roca, de que el Dios Altísimo era su redentor. 36 Pero entonces lo halagaban con la boca, y le mentían con la lengua. 37 No fue su corazón sincero para con Dios; no fueron fieles a su pacto. 38 Sin embargo, él tuvo compasión de ellos; les perdonó su maldad y no los destruyó. Una y otra vez contuvo su enojo, y no se dejó llevar del todo por la ira. 39 Se acordó de que eran simples mortales, un efímero suspiro que jamás regresa. 40 ¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, y lo entristecieron en los páramos! 41 Una y otra vez ponían a Dios a prueba; provocaban al Santo de Israel. 42 Jamás se acordaron de su poder, de cuando los rescató del opresor, 43 ni de sus señales milagrosas en Egipto, ni de sus portentos en la región de Zoán, 44 cuando convirtió en sangre los ríos egipcios y no pudieron ellos beber de sus arroyos; 45 cuando les envió tábanos que los devoraban, y ranas que los destruían; 46 cuando entregó sus cosechas a los saltamontes, y sus sembrados a la langosta; 47 cuando con granizo destruyó sus viñas, y con escarcha sus higueras; 48 cuando entregó su ganado al granizo, y sus rebaños a las centellas; 49 cuando lanzó contra ellos el ardor de su ira, de su furor, indignación y hostilidad: ¡todo un ejército de ángeles destructores! 50 Dio rienda suelta a su enojo y no los libró de la muerte, sino que los entregó a la plaga. 51 Dio muerte a todos los primogénitos de Egipto, a las primicias de su raza en los campamentos de Cam. 52 A su pueblo lo guio como a un rebaño; los llevó por el desierto, como a ovejas, 53 infundiéndoles confianza para que no temieran. Pero a sus enemigos se los tragó el mar. 54 Trajo a su pueblo a su tierra santa, a estas montañas que su diestra conquistó. 55 Al paso de los israelitas expulsó naciones, cuyas tierras dio a su pueblo en heredad; ¡así estableció en sus tiendas a las tribus de Israel! 56 Pero ellos pusieron a prueba a Dios: se rebelaron contra el Altísimo y desobedecieron sus estatutos. 57 Fueron desleales y traidores, como sus padres; ¡tan falsos como un arco defectuoso! 58 Lo irritaron con sus santuarios paganos; con sus ídolos despertaron sus celos. 59 Dios lo supo y se puso muy furioso, por lo que rechazó completamente a Israel. 60 Abandonó el tabernáculo de Siló, que era su santuario aquí en la tierra, 61 y dejó que el símbolo de su poder y gloria cayera cautivo en manos enemigas. 62 Tan furioso estaba contra su pueblo que dejó que los mataran a filo de espada. 63 A sus jóvenes los consumió el fuego, y no hubo cantos nupciales para sus muchachas; 64 a filo de espada cayeron sus sacerdotes, y sus viudas no pudieron hacerles duelo. 65 Despertó entonces el Señor, como quien despierta de un sueño, como un guerrero que, a causa del vino, lanza gritos desaforados. 66 Hizo retroceder a sus enemigos, y los puso en vergüenza para siempre. 67 Rechazó a los descendientes* de José, y no escogió a la tribu de Efraín; 68 más bien, escogió a la tribu de Judá y al monte Sión, al cual ama. 69 Construyó su santuario, alto como los cielos,* como la tierra, que él afirmó para siempre. 70 Escogió a su siervo David, al que sacó de los apriscos de las ovejas, 71 y lo quitó de andar arreando los rebaños para que fuera el pastor de Jacob, su pueblo; el pastor de Israel, su herencia. 72 Y David los pastoreó con corazón sincero; con mano experta los dirigió.