Johannes 4,24 | La Biblia Textual Nueva Biblia Viva

Johannes 4,24 | La Biblia Textual

La samaritana

1 Cuando Jesús se enteró de que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan 2 (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos), 3 dejó Judea y se fue de nuevo a Galilea, 4 y le era necesario pasar por Samaria. 5 Llega pues a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que Jacob había dado a su hijo José, 6 en donde estaba la fuente de Jacob. Y Jesús, fatigado del camino, se sentó así sobre la fuente. Era como la hora sexta. 7 Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber. 8 (Pues sus discípulos habían ido a la ciudad para comprar alimentos.) 9 Le dice entonces la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque judíos y samaritanos no comparten). 10 Respondió Jesús, y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías, y Él te daría agua viva. 11 Le dice: Señor, ni vasija tienes, y el pozo es hondo. ¿De dónde pues, tienes el agua viva? 12 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Jacob que nos dio el pozo, del cual bebió él, y sus hijos, y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed, 14 pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se hará en él una fuente de agua que brota para vida eterna. 15 Le dice la mujer: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a sacar. 16 Le dice: Ve, llama a tu marido y regresa acá. 17 Respondió la mujer, y dijo: No tengo marido. Jesús le dice: Bien dijiste: No tengo marido, 18 porque cinco maridos tuviste, y el que ahora tienes no es tu marido. En esto has dicho verdad. 19 Le dice la mujer: Señor, estoy viendo que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalem está el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dice: Mujer, créeme que viene una hora cuando ni en este monte ni en Jerusalem adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero viene una hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque también el Padre tales adoradores quiere que lo adoren. 24 Dios es espíritu; y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad. 25 Le dice la mujer: Sé que viene el Mesías, que es llamado el Ungido; cuando Él venga, nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dice: Yo soy, el que habla contigo. 27 En esto llegaron sus discípulos, y se extrañaban de que hablara con una mujer. Sin embargo, nadie dijo: ¿Qué buscas, o qué hablas con ella? 28 Entonces la mujer dejó su cántaro y fue a la ciudad, y dice a los hombres: 29 ¡Venid! ¡Ved a un hombre que me dijo todo lo que hice! ¿No será éste el Ungido? 30 Y salieron de la ciudad y fueron a Él. 31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabbí, come. 32 Pero Él les dijo: Yo tengo una comida para comer, que vosotros no sabéis. 33 Se decían entonces los discípulos unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? 34 Les dice Jesús: Mi comida es que Yo haga la voluntad del que me envió y termine su obra. 35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses, y viene la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y contemplad los campos, porque están blancos para la siega. 36 Ya el que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se alegre juntamente con el que siega. 37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra y otro el que siega. 38 Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis labrado; otros han labrado, y vosotros habéis entrado en su labor.

El Salvador del mundo

39 Y de aquella ciudad muchos de los samaritanos creyeron en Él a causa de la palabra de la mujer, que daba testimonio: ¡Me dijo todo lo que hice! 40 De manera que cuando los samaritanos llegaron a Él, le rogaban que permaneciera con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y muchos más creyeron a causa de la palabra de Él, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.

El hijo del cortesano

43 Después de los dos días, salió de allí hacia Galilea. 44 Porque Jesús mismo testificó que un profeta no tiene estima en su propia patria. 45 Cuando llegó pues a Galilea, lo acogieron bien los galileos, habiendo visto todo lo que había hecho en Jerusalem, porque también ellos habían ido a la fiesta. 46 Y vino otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino; y había un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaum. 47 Éste oyó que Jesús llegaba de Judea a Galilea, y fue a Él, y le rogaba que bajara y sanara a su hijo, pues estaba a punto de morir. 48 Jesús le dijo: Si no veis señales y prodigios, de ningún modo creéis. 49 Le dice el cortesano: Señor, baja antes que mi niño muera. 50 Jesús le dice: ¡Ve, tu hijo vive! Y el hombre creyó a la palabra que le dijo Jesús, y se puso a caminar; 51 y cuando ya bajaba, sus siervos le salieron al encuentro, diciendo: ¡Tu niño vive! 52 Les preguntó, pues, la hora en que había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer, a la hora séptima, lo dejó la fiebre. 53 Entonces el padre entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: ¡Tu hijo vive! Y creyó él y toda su casa. 54 Esta segunda señal hizo nuevamente Jesús después de ir de Judea a Galilea.

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Nueva Biblia Viva

Jesús y la samaritana

1 Jesús se enteró de que los fariseos sabían que él hacía y bautizaba más discípulos que Juan. 2 Aunque en realidad los que bautizaban eran los discípulos de Jesús y no él mismo. 3 Cuando Jesús se enteró, salió de Judea y regresó a Galilea. 4 En el viaje tenía que pasar por Samaria 5 y llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar. Este se encontraba cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José. 6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del viaje, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. 7 Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida. En eso, llegó una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dijo: ―Dame un poco de agua. 9 Pero como los judíos no se llevaban bien con los samaritanos, la mujer le respondió: ―¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana? 10 Jesús le contestó: ―Si supieras lo que Dios puede darte y quién es el que te está pidiendo agua, serías tú la que le pediría agua a él y él te daría agua que da vida. 11 La mujer le dijo: ―Señor, ni siquiera tienes con qué sacar el agua y el pozo es muy hondo. ¿Cómo me vas a dar agua que da vida? 12 Nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo y de aquí bebía agua él, sus hijos y su ganado. ¿Acaso eres tú superior a Jacob? 13 Jesús respondió: ―Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, 14 pero el que beba del agua que yo le dé, no volverá a tener sed jamás, porque dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna. 15 La mujer le dijo: ―Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir aquí a sacarla. 16 Jesús le dijo: ―Ve a llamar a tu esposo y regresa acá. 17 La mujer respondió: ―No tengo esposo. Jesús le dijo: ―Has dicho la verdad en cuanto a que no tienes esposo, 18 porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu esposo. 19 La mujer le dijo: ―Señor, me parece que eres profeta. 20 Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén. 21 Jesús le respondió: ―Créeme, mujer, que ya está cerca la hora en que ustedes no adorarán al Padre ni en este monte ni en Jerusalén. 22 Ustedes adoran lo que no conocen, pero nosotros adoramos lo que conocemos, pues la salvación viene de los judíos. 23 Pero la hora se acerca, y ya está aquí, cuando los que verdaderamente adoran al Padre lo harán guiados por el Espíritu y en forma verdadera, porque el Padre así quiere que sean los que lo adoren. 24 Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo guiados por el Espíritu y en forma verdadera. 25 La mujer respondió: ―Yo sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo. Cuando él venga nos explicará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: ―Ese soy yo, el que está hablando contigo.

Los discípulos vuelven a reunirse con Jesús

27 En eso llegaron sus discípulos. Aunque se sorprendieron de verlo hablando con una mujer, no se atrevieron a preguntarle por qué lo hacía ni de qué estaba hablando con ella. 28 La mujer dejó su cántaro, corrió al pueblo y le decía a la gente: 29 ―Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo? 30 Entonces salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús. 31 Mientras tanto, sus discípulos le suplicaban: ―Maestro, come algo. 32 Él les dijo: ―Yo tengo una comida que ustedes no conocen. 33 Los discípulos se preguntaban: ¿Le habrán traído algo de comer? 34 Jesús les explicó: ―Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar el trabajo que me dio. 35 Ustedes dicen: “Todavía faltan cuatro meses para la cosecha”, pero yo les digo: ¡Fíjense bien en los campos sembrados! La cosecha ya está madura. 36 »El que trabaja recogiendo la cosecha ya recibe su salario y recoge la cosecha para vida eterna. Tanto el que siembra como el que cosecha se alegran juntos. 37 Porque es cierto lo que dice el refrán: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”. 38 Yo los he enviado a ustedes a cosechar lo que no les costó ningún trabajo. Otros fueron los que se fatigaron trabajando, y ustedes han cosechado el fruto del trabajo de ellos».

Muchos samaritanos creen en Jesús

39 Muchos de los samaritanos que vivían en ese pueblo creyeron en Jesús por las palabras que les dijo la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho». 40 Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le suplicaron que se quedara con ellos. Jesús se quedó allí dos días, 41 y muchos más creyeron después de oírlo hablar. 42 Le dijeron a la mujer: ―Ahora creemos porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos en verdad que él es el Salvador del mundo.

Jesús sana al hijo de un funcionario

43 Después de pasar allí esos dos días, se fue a Galilea, 44 pues Jesús mismo había dicho que ningún profeta recibe honra en su propia tierra. 45 Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron muy bien, ya que ellos mismos habían visto todo lo que él había hecho en Jerusalén durante la Pascua, porque habían estado también allí. 46 Depués volvió Jesús a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un importante funcionario real que tenía a su hijo enfermo en Capernaúm. 47 Cuando el funcionario se enteró de que Jesús había viajado de Judea a Galilea, fue a verlo y le suplicó que lo acompañara y sanara a su hijo, pues estaba a punto de morir. 48 Jesús le dijo: ―Ustedes sólo van a creer si ven señales y milagros. 49 El funcionario le rogó: ―Señor, ven antes que se muera mi hijo. 50 Jesús le dijo: ―Regresa a casa, que tu hijo vive. El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue. 51 Cuando iba de regreso a su casa, sus criados salieron a su encuentro con la noticia de que su hijo estaba vivo. 52 Él les preguntó a qué hora había comenzado su hijo a sentirse mejor, y le contestaron: ―Ayer a la una de la tarde se le quitó la fiebre. 53 El padre se dio cuenta de que a esa misma hora Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Así que él y toda su familia creyeron. 54 Esta fue la segunda señal que hizo Jesús en Galilea, después de volver de Judea.